Sábado por la tarde

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Lily se apoyó sobre la torre de libros que había construido y miró hacia James, el castaño la había obligado a pasar la tarde en la biblioteca ya que según él tenía que hacer un importante trabajo pero sinceramente creía que le había tomado el pelo. Potter se había pasado más de una hora sin pasar de página y garabateaba en el pergamino posibles jugadas de quiddich. Bostezó aburrida y se rascó la nariz.

— Potter, me aburro.―se quejó mirando fijamente hacia el castaño que en esos momentos miraba al techo con la pluma sobre el bigote. ―¡Potter!

— Ya te escuché Evans.―James tomó la pluma entre sus manos y se puso a balancearse en la silla, de reojo observó como Lily refunfuñaba por lo que no pudo evitar reírse divertido.

— Si todo lo que tenías que hacer era garabatear jugadas podíamos haber ido con Remus.―susurró la pelirroja enfadada, James dejó de balancearse y la miró molesto.

— No, eso no era todo lo que tenía planeado hacer.―el castaño se puso en pie y obligó a la pelirroja a seguirlo.

Ambos salieron de la biblioteca y bajaron por las escaleras hasta llegar a la entrada, Lily miró hacia James, éste sonrió y tras hacerle una reverencia le indicó a la pelirroja que saliera hacia los jardines. 

— ¿Y ahora qué? ¿Vas a obligarme a dar vueltas en tu escoba para poner en práctica tus ridículas estrategias? ―preguntó Lily caminando hacia el campo de quiddich tras James, el castaño negó con la cabeza y le señaló hacia un punto en concreto del campo; Lily gruñó antes de mirar hacia donde el chico le indicaba. ―¿Pero qué demonios?

— ¡Tachan! ―exclamó el merodeador con felicidad.

     Lily miró hacia James estupefacta y luego volvió a mirar hacia la enorme manta que había sobre la hierba. Aún con dudas caminó hacia ella y abrió la cesta de mimbre, de ella sacó varios platos con pastelitos, dos vasos y un termo. ¡Un picnic! No hacía un picnic desde que tenía diez años, volteó hacia James y se encontró al chico observándola; nervioso se rascó la nuca y se puso a mirar al cielo.

— Esto es…es.. increíble. ―susurró la pelirroja, el chico se colocó de rodillas a su lado y la ayudó a sacar más platos. ―¿Y esto? Llevo todo el día contigo, ¿cómo lo has hecho sin que me enterara?

—Soy un chico con recursos. ―respondió James tumbándose sobre la manta una vez que terminó de sacar los platos de la cesta, luego miró de reojo a Lily y vio como ella examinaba cada uno de los pastelitos con felicidad. ―¿No piensas que soy genial?

— Tampoco te pases.―Lily cruzó las piernas y tras vaciar parte del contenido del termo en los vasos tomó uno de los pastelitos de fresa. ―¡Que rico!

James se enderezó y tomó un sorbo de su bebida antes de empezar a probar los pasteles que Lily le indicaba. La pelirroja entre pastel y pastel se puso a hablar sobre lo divertido que era convivir con Sybil y con Charlotte mientras James la escuchaba y le decía que Charlie era una auténtica psicópata para diversión de la pelirroja.

— Que está loca, el año pasado la encontramos con una cámara de fotos dentro del baúl de Peter.―James cogió el termo y vació el contenido en su vaso. ―Al parecer llevaba ahí tres días escondida echándome fotos.

Lily soltó una estruendosa carcajada.

—No te rías, no tiene gracia. Tuvimos que chantajearla con mi ropa interior para que me diese la cámara y se marchase del dormitorio. ―contó James sin poder evitar dejar escapar una risita; la verdad que al escucharlo era bastante gracioso, pero lo había pasado fatal.

— Si bueno, cuando se trata de ti se vuelve un poco loca.―comentó Lily revisando los pasteles que quedaban y cogiendo uno de nata que tenía macedonia por encima.

Una semana contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora