Había una vez un lugar encantado donde convivían diferentes seres mágicos. Entre ellos, se encontraban Reper, el Dios de la Muerte, y Geno, un muerto viviente.
Reper era conocido por su aspecto imponente. Vestía una túnica negra y portaba una guadaña que anunciaba su llegada. Su mirada era penetrante y su presencia infundía respeto y temor en aquellos que se encontraban con él. Sin embargo, a pesar de su apariencia imponente, Reper era una deidad compasiva y justa. Su misión no era aterrorizar a los seres vivos, sino guiar las almas de los difuntos al más allá.
Geno, por otro lado, era un ser peculiar. Había sido un sans, pero una serie de eventos infortunados lo llevaron a convertirse en un muerto viviente. Sin embargo, su condición le impedía morir y encontrar la paz que tanto anhelaba.
Un día, el destino hizo que los caminos de Reper y Geno se cruzaran. El Dios de la Muerte se encontró con el muerto viviente en un universo en blanco. Reper estaba sorprendido por la voluntad de Geno de seguir adelante, a pesar de su condición inmortal.
Curioso, Reper se acercó a Geno y entabló una conversación con él. A medida que hablaban, Reper fue descubriendo el noble corazón que latía dentro del cuerpo muerto de Geno. El Dios de la Muerte se dio cuenta de que Geno no era un ser maligno ni tampoco deseaba causar dolor a otros e incluso podía hacer algo que con los demás monstruos y seres vivos no podía, podía tocarlo ya que con los demás seres vivos al tocarlos estos morían.
A pesar de su naturaleza y deberes opuestos, Reper y Geno comenzaron a desarrollar una sólida amistad. Reper comprendió el sufrimiento que Geno experimentaba al no poder encontrar la muerte y este comprendió la gran soledad de reper.
Ambos después de establecer una gran amistad comenzaron a sentir algo más que solo amistad, algo que los hacía ser el uno para el otro así fue como estos dos encontraron el amor a pesar de las grandes dificultades que pasaron ambos.
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