cap 3

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Sus ojos se abrieron más de lo que podían abrirse. Dió un respingo tan fuerte siendo más que suficiente para que su nuevo vecino la soltara.

Ahora lo único que pasaba por su cabeza era: trágame tierra.

En la vida había pasado por muchos momentos vergonzosos que ahora quería olvidar, pero ese se ganaba el top uno de las mayores vergüenzas.

¿Que iba a pensar su vecino de ella?

Parecía seguramente una intrusa, porque sí, justo en ese momento invadía propiedad privada, algo muy delicado si de sus vecinos se trataba.

Mientras él portaba una sonrisa angelical, con hoyuelos en cada mejilla que la hacía suspirar, ella parecía estatua frente a él.

—Eh, hola.— saludó el chico presente.

Marión se preguntaba que debía hacer o decir. Nunca antes había estado en una situación así.

¿Como se suponía tenía que actuar frente a un chico?

—Eh...h-hola.— internamente se regañaba por semejante estupidez que había salido de su boca.

Tenía que actuar como alguien normal, ya era suficiente seguir actuando como rara.

La chica se enderezó en su lugar, disimuladamente inhaló y exhaló, pensando las palabras correctas para hablarle como lo hacían las personas normales.

—Ahm, usted es el nuevo...vecino ¿cierto?— ¿Porque había preguntado algo tan obvio? ¿Y porque le había dicho usted?

Dos bofetadas se dió mentalmente por tal estupidez.

—Aparentemente.— contestó el chico aún con su característica sonrisa que de seguro Marión nunca olvidaría—. Entonces dime, ¿Me estabas buscando?

—¿Eh?— por un milisegundo Marión arrugó sus cejas pensando el porqué de su pregunta, hasta darse cuenta de que estaba pisando suelo ajeno—. Ah, eh...no. De hecho estaba buscando a...mi...perro, sí, a mi perro. Es que se escapó de casa y no lo encuentro.

Sentía como el sudor corría por su espalda, frente y manos. Debía admitir que mintió bastante bien comparando las demás veces que le había mentido a una persona.

—Si quieres te ayudo a buscarlo. ¿Como es?

—¡No!— aquello lo había dicho casi en un grito—. Quiero decir, que no es necesario, de seguro y ya aparece.

Asintió frenéticamente.

El chico un poco confuso no insistió más, porque en verdad lo que le importaba era la chica, a quien, curiosamente, detallaba y admiraba cada parte de su rostro.

—Mis disculpas, fue un poco descortés no presentarme, mi nombre es Liam Whitfield.— extendió su brazo para estrechar su mano con la de Marión.

Quién por cierto, había tardado bastante en reaccionar.

—Un placer, me llamo Marión, Marión Rutherford. Su vecina.

Al chico le brillaron los ojos al escuchar aquella noticia.

Su vecina.

Hace mucho que deseaba ese momento, y por fin, estaba sucediendo.

Ambos sujetos parados bajo el manto negro de la noche que los cubría, mutuamente se sonreían, mirándose directamente a los ojos, queriendo conocer cada mínima parte del otro.

Para Marión, era como tener a su príncipe azul; al chico de sus sueños parado justo frente a ella, porque físicamente, estaba más que bien, personalmente, se veía muy educado. ¿Que más podía pedir?

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