Tuvo que pasar el tiempo, para que me diera cuenta, de que en realidad no estaba solo, sino que quería sentirme solo, pero... ¿por qué?
Día a día, el tiempo transcurre, y cada vez se acrecenta más la angustiosa incomodidad de saber que el tiempo perdido es tiempo muerto, que nunca podrá volver. A diferencia del dinero, si pierdes dinero aún tienes la esperanza de poder recuperarlo, porque el dinero va y viene, es fácil de recuperarlo. Pero el tiempo, el tiempo no.
Muchos lamentos hundidos en el mar de los hubiera: ¿qué hubiera sido si...?, ¿y si tan sólo...?, ¿por qué no aproveche el momento de decir o hacer lo que quería o debería?, lamentablemente ahora es tarde. Como dirían: "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde".
A pesar de que las personas que quiero se encuentran a mi alrededor, y aún así, la incoherencia y el sinsentido de sentirme solo, de quejarme porque no me comprenden, porque me dejan, o porque siempre las tendré flotando ahí, y su mera presencia me cause cansancio y agotamiento. A veces no puedo captar la magnitud de la ingratitud que tengo hacia esas personas.
Ignorando lo valioso que tengo en todo lo que me rodea, cegándome por completo ante las claras muestras de compañía que me puedan expresar, tan sólo para fortalecer la débil idea de que estoy solo.
Perdí muchas cosas, diferentes cosas. Personas que en algún momento amé, pero nunca se los expresé, ya sea por vergüenza, miedo, resentimiento o simplemente por flojera. Saber que esa tarea inconclusa permanecerá por siempre, ya que aquellas personas o momentos, ya no regresarán nunca más.
Personas que me confiaron sus sueños, que creyeron en mí, que me quisieron tal como soy; sin embargo, no supe corresponder sus sentimientos. Sí los quería, claro que sí, pero no basta con tan sólo pensarlo, se necesitan hechos de afirmación.
Si pudiese regresar al pasado, les diría "te amo" a mi madre, "te amo" a mi padre, " te amo" a mi hermana, "tú puedes...", pero si vivir de lamentaciones se tratará, no podría vivir tranquilo el resto de mis días. Quizá, si es que se pudiese dar el caso, me plantearía desde ahora hacer y decir las cosas que tengo que hacer, y si de ese modo ocurriese, podría sentir más calma y paz conmigo mismo.
Sin embargo, acaso el hacer y decir por deber, simplemente para ya no causarme arrepentimientos, haría de mi vida una ráfaga de hipocresía y conveniencia propia. Si vivir con arrepentimientos fuese la esencia final de la vida humana, si estos arrepentimientos me permitiesen sufrir y luego levantarme para hacer las cosas mejor. Quizá, si y sólo si, el mantener latente la idea de que tarde o temprano nos arrepentiremos de cosas que no hicimos en su momento fuese el motor para estar al tanto de que siempre hay algo que nos falta hacer, de no encapricharnos por el momento y saber pedir perdón, porque el futuro es incierto, y si sé que me arrepentiré, mejor intentaré en la medida de lo posible dejar las cosas en paz con los demás y conmigo mismo, decir lo que tanto quiero antes de que sea demasiado tarde.
Matt se encontraba divagando en su escritorio estos temas y pensamientos compulsivos durante muchos años, pero aún así no lograba arrepentirse de nada, o por lo menos eso expresaba...
- Tengo la certeza de que, a pesar de que mi vida es estresante, absurda y sinsentido, cuando llegue el momento de asumir ciertas responsabilidades, ya sea ser padre o estar al cuidado de muchas personas, me olvide de todo esto y pueda seguir viviendo como los demás - Mencionaba Matt.
- ¡Qué interesante es tu manera de intentar ser autocompasivo!, no lo criticaré porque sé que te has dado cuenta que el hecho de tan sólo pensar y pensar no te llevará a nada - Comentaba Frank, quien era el psicoterapeuta de Matt.
- Puede ser, llegué a un punto en la cual intento no preocuparme por lo estresante que es todo esto.
- Y más aún, ya decía un filósofo, que el hombre sufre más por sus pensamientos que por los hechos, y que la mejor solución para calmar tus tormentas y dejar de descansar.
- ¿Quiere decir que debería hacer algo interesante?
- No tanto así - corregía Frank
- ¿Entonces?
- Si tanto dices que cuando tengas responsabilidades te olvidarás de todo esto, ¿por qué no tener las responsabilidades ahora mismo?Esa conversación fue un punto de inflexión en la vida de Matt.
Toda su infancia, Matt vivió rodeado de personas que eran de escasos recursos, vivió en carne propia las injuticias sociales, mientras que algunas personas sufrían, otras vivían a costa de ello, niños que por azar del destino terminaban envueltos en un entorno caótico que moldearía sus vidas en el futuro, y de esta manera se repetía todo un ciclo de tristezas y rencores.
Pero Matt pensó (algo que su madre siempre le pedía):
- ¿Y si ayudo a las personas a cambiar sus vidas? Pero este cambio tendría que ser desde muy jóvenes, y de esta manera podría asumir responsabilidades, y trasladar finalmente mis preocupaciones a un plano en la cual nunca más tendría porqué volver.Se iniciaba el comienzo de una sociedad benéfica, y a la vez, la solución a la interrogante de Matt, y su final: ¿el por qué estoy vivo?
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El hombre en busca del sentido
Proză scurtăMatt, universitario de 24 años, psicólogo de profesión, le gusta el ajedrez y las matemáticas, y le va relativamente bien en la vida. Sin pedir mucho a cambio y aspirar poco en sus metas, se va sumergiendo de a pocos en una espiral de inquietudes y...