¿En qué momento dejé de hacer lo que realmente me gustaba hacer?
Si pusiera en consideración, el deseo de querer que pase el tiempo más rápido, en realidad lo que estaría deseando es dejar de vivir lo más antes posible, porque si no vivo el día a día, entonces ¿para qué existo?
Luego de otra larga jornada laboral, Matt se sintió, de nuevo, realmente cansado. Trabajar durante varias horas seguidas, atendiendo casos de personas preocupadas por sus vidas, pertenencias, gustos y tragedias amorosas, hacía que dentro de Matt se desarrollará un sentimiento espeso de rutina.
Apenas puedo conmigo mismo, y la sociedad me pide que calme a las demás personas, qué irónico. Me duelen mis piernas, casi ni puedo mover mis hombros, y veo borroso, acaso todo eso vale la pena, ¿sólo para ganar un sueldo y mantenerme vivo?
A veces este pensamiento invade mis horas de descanso, pero suelo recordar lo que me decía mi estimada hermana: "el fin justifica los medios". Por ello, siempre me lo repito:
Podría pasar todo un día agotador y estresante, pero tan sólo ver que una persona que haya atendido muestre mejoría, sentiría realmente que mi trabajo vale la pena. Si mi profesión requiere olvidarme de mí para ayudar a encontrar la tranquilidad a otros, pues creo que es un precio aceptable, teniendo en cuenta que actualmente vivimos en una sociedad totalmente egoísta y descarada. Después de todo, es un valor que me inculcó mi madre de pequeño, algunos nacen con un talento, que si se lo guardan para sí mismos, pierde total importancia y riqueza, como si un matemático nunca compartiese sus descubrimientos, nunca se sabría nada de él ni habría sumado a la historia de la humanidad.Solía tener una creencia totalmente distinta en mi adolescencia tardía. Por aquellos años, lo único que me importaba, tanto en el cielo como en la tierra, era mi propio yo. Este sensación de autovalía y autosuficiencia lo desarrollé más cuando estuve dando servicio militar en la Marina.
El cuartel es un entorno despiadado y egoísta, en la que no puedes confiar en ningún compañero, todos aspiran a alcanzar puestos altos una vez que acaben su estadía. Personalmente, no me importaba mucho, sólo quería que los días transcurriesen lo más rápido posible. La rutina ahí dentro, despertarse a las 3 am, hacer rondas interminables y ejercicios matutinos, desayunar era casi un privilegio, seguir con las rondas y en la noche brindar un reporte de desempeño diario al almirante, quien siempre miraba con cara de pocos amigos a todos y con aires de superioridad.
¿Acaso deberíamos creernos superior a otra persona por tan sólo ganar más y tener algunas cuántas medallas en el abrigo?. En ese tiempo creía que sí, por ello, a pesar de que quería irme cuánto antes, me esforzaba día a día para que, en un futuro no tan lejano, sea un hombre exitoso, y sobretodo, gane un pastizal de dinero.
De las pocas personas en las cuales podía confiar, fue en Jaime, un chico escuálido, y Karen, una inglesa que vivía en Perú, que por algún motivo, la aceptaron en la Marina sólo por sus notas altas en los exámenes de admisión, y sobretodo, porque su apellido era de un héroe nacional inglés durante las épocas en las que ingleses y corsarios luchaban en el mar Caribe.
Los tres éramos compañeros de colegio, que decidimos servir en la Marina para formar nuestra propia empresa más adelante, lamentablemente, las aspiraciones sólo son sueños muy díficiles de alcanzar.
- Matt, ¿acaso realmente crees que todo el mundo gira en torno tuyo? - Preguntaba Karen con un tono burlón.
- ¿Por qué debería pensar eso? - Contestó Matt.
- Es que siempre eres muy egocéntrico y creído, ¿cómo te atreves a corregirle al profesor de historia naval sobre la historia naval?
- No es mi culpa que no esté realmente capacitado, se supone que le pagan bien por algo, y debería hacer un buen trabajo como mínimo. Aprendo más leyendo por mi cuenta que con ese profesor pasado de años.
- Sí pero, ... - Karen no sabía qué argumentar.
Matt empezó a elevar su tono de voz con confianza y desdén:
- ¡Sobretodo tú, Karen!, tú das mucho más, no deberías conformarte, sal de aquí y estudia lo que tanto te apasiona, ¿acaso no querías ser médica internista?, eres una genio, escapa de aquí y complácete a ti misma.
- Sabes que no es tan sencillo...
- Sí, lo sé, pero detrás de grandes metas cumplidas existe una voluntad de acero, y si eso incluye ir contra tus padres, deberías hacerlo.
- Ja ja ja, mira quién habla, ¿sabes?, algún día espero que entiendas que tu vida no sólo te pertenece a ti, sino también a todas las personas que te amaron y cuidaron, cuando entiendas lo que es la gratitud, estarás feliz contigo mismo.
- ¿Acaso tú eres feliz? - exclamó Matt.
- No siempre soy feliz, a veces estoy triste y desanimada, pero ahí radica la riqueza del ser humano, si no pudiera sentir diferentes emociones, no valoraría cada una de ellas. Cada vez que lloro de impotencia, me alegro por eso, porque llorar y sentirme triste me permite saber que cuando esté feliz, ese sentimiento será algo extraordinario, y cuando vuelva a sentirme triste, sabré que volveré a estar feliz. Si solamente tuviera una misma emoción para toda la vida, no sabría valorar la felicidad y viviría enojada conmigo misma.
- Hablar es fácil, Karen. De todos modos, espero que te vaya bien en todo, mereces mucho más.
- Lo sé, y también sé, que a pesar de que eres pesado y antipático, te quiero mucho.
- ¿Gracias? - Expresó Matt. - Tan sólo no te me pongas tan sentimental-.
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El hombre en busca del sentido
Cerita PendekMatt, universitario de 24 años, psicólogo de profesión, le gusta el ajedrez y las matemáticas, y le va relativamente bien en la vida. Sin pedir mucho a cambio y aspirar poco en sus metas, se va sumergiendo de a pocos en una espiral de inquietudes y...