05 | El daño colateral

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05. — El daño colateral

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Cuando tenemos miedo, solemos aferrarnos a cosas estúpidas. Esa mala costumbre suele comenzar cuando tienes cinco años y tus padres te obligan a dormir solo en tu habitación aunque te da miedo la oscuridad, y terminan convenciendo a tu inocente cabecita de que la suave luz en la mesita de noche mantendrá lejos a los monstruos.

Mi estúpida esperanza ahora mismo para no morirme de pura tristeza es mudarme con mi mejor amigo. Es ridículo pensar en la cantidad de veces que he terminado en casa de los Potter solo porque no quiero estar en la mía. Creo que he desperdiciado la mitad de mi existencia huyendo de los Malfoy.

Escuché las palabras de Ginny repitiéndose en mi mente como grabadora descompuesta y sentí que se me revuelve el estómago. Mi condición es que hables con tu papá. Ya va, como si pudiera sostenerse una conversación con ese hombre.

Draco tenía la horrible costumbre de no contestar o contestar a gritos, sin punto medio. No estoy seguro de cómo es que Alex lo manejaba, quizá es porque tenían exactamente la misma actitud y sus discusiones solían terminar en algo parecido a guerras de miradas en las que mi padre perdía por el simple hecho de que mi hermana era su debilidad.

Conmigo era otra historia.

Yo estaba decidido a vivir a base de donaciones o pedirle prestada su ropa al vagabundo que vivía por la entrada del Callejón Diagon, a estas alturas me daba igual, sólo no quería volver a la mansión. Ni por mis libros, ni por mi ropa y mucho menos por mi papá. Ni se diga para intentar hablar con él, que seguro ahora se encontraba en modo-no-me-dirijas-la-palabra-o-mi-padre-se-enterará-de-esto para ignorar que uno de sus peores miedos se acababa de cumplir: Alex se había ido. Y ninguno metería sus manos al fuego por decir que iba a regresar.

—Odio mi vida —mascullé al llegar a los límites de la mansión.

Detestaba ese lugar y lo hacía por el simple hecho de que, hace unos ayeres, me había hecho profundamente feliz. Yo no sé que hechizo extraño emanaba de la piel de Astoria Greengrass que hacía florecer azaleas en los campos más infértiles, incluyendo este lugar. No te dabas cuenta de que estabas conteniendo la respiración hasta que ella te sonreía y por arte de magia desaparecía la opresión en tu pecho.

Por supuesto que no era un idiota y toda mi infancia supe que había algo raro en mi familia. Más allá de lo obvio o la forma en que la gente susurraba a nuestro paso, yo no estaba ciego. No era solo mi apellido, entre nosotros había algo mal. Algo podrido. Sin embargo, mi mamá se encargó de que yo jamás pasara frío dentro de una familia hecha de hielo.

Cuando ella estaba cerca, yo era muy feliz. Podría decir que incluso papá lo era, y hasta mi hermana en un buen día. Era imposible no rendirse ante la dulzura de Astoria, una mujer con un corazón demasiado grande para su cuerpo, demasiado buena para el tipo de estirpe en que le tocó nacer.

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2023 ⏰

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