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La tranquilidad que envolvía al solitario pelinegro se vio interrumpida por el sonido de golpes y quejidos, Porsche, un muy atractivo chico de 21 años frunció el ceño en cuanto alcanzó a distinguir unas figuras al fondo del callejón.




- ¿Qué mierda? - murmuro para si mismo en voz baja, dándole a su cigarrillo una profunda calada, permitiendo que la nicotina contaminara su sistema.


El chico alzo una ceja al ver como una persona era reducida al suelo, siendo pateada por cuatro bastardos que no dejaban de gritar y armar un alboroto. 




Escenas como esas eran ya una costumbre,  la gente venía a los alrededores para pasarla bien y tener diversión. Emborracharse y si tenían suerte enredarse con alguna chica guapa, es por eso mismo que en realidad no le sorprendía lo que estaba viendo.

Algunas personas ebrias causaban uno que otro problema y terminaban atrapadas en peleas injustas como esa.



Al ver que su cigarrillo estaba a punto de terminarse, Porsche tomó las bolsas de basura que debía desechar y las coloco en el viejo contenedor, tomando un par de segundos extra para disfrutar de las últimas caladas de su cigarrillo.




Normalmente la tienda manejaba un horario, pero en ocasiones como esa noche, cuando habían muchos clientes, el bar permanecía abierto hasta que ya no hubiera nadie a quien atender, además no es que pudiera quejarse al respecto, el pago por las horas extra siempre sería bien recibido.

Echando un breve vistazo a la hora, Porsche no pudo evitar preguntarse si su pequeño Nong ya se habia ido a la cama o si tercamente aún se encontraba jugando juegos en la computadora. 




- Maldita sea, eres un bastardo terco... - Uno de los agresores se quejo, harto del forcejeo que parecia nunca acabar.



El forcejo entre esos tipos y el chico en el suelo parecia no acabar pronto, por lo que Porsche decidió que ya había observando lo suficiente, además el lugar comenzaba a llenarse de desagradables feromonas.
El olor era realmente malo, como a cítricos a punto de pudrirse,  si se quedaba más tiempo ahí definitivamente tendría nauseas toda la mañana.






- ¡Espera! - La voz agitada y rasposa del desconocido hizo que se detuviera justo cuando estaba a punto de abrir la puerta para regresar al bar.


- Ayúdame... Por favor... - Él hombre quien vestía uniforme universitario le pidió con la voz entrecortada,  asegurándose de sostener el brazo del chico de piel morena con lo que le quedaba de fuerza.


Al sentir el cálido contacto de aquella mano con la piel de su brazo, Porsche experimento una clase de descarga eléctrica que nunca antes habia sentido, fue cuestión de un segundo, pero fue lo suficientemente extraño como para  dejarlo confundido. 

"¿Qué mierda fue eso?"  ‐ Penso luego de haber jalado su brazo para deshacerse del agarre del tipo guapo.



Sus ojos color almendra se toparon directamente con aquellos de aparente color verdoso,  y tuvo que admitir que a pesar de que el tipo estaba hecho una mierda, su rostro aún lucia realmente bien.



Los agresores entonces dirigieron su atención hacia Porsche, amenazandolo para que no interviniera, todos ellos mostraron sus colmillos en un patético intento de intimidación, cosa que por supuesto no funciono.

Para Pachara era más incómodo el que el olor de las feromonas era cada vez más fuerte, y no porque alteraran sus sistemas de alguna forma, era más bien porque el dolor era jodidamente desagradable.

Devil Doesn't Bargain. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora