Prólogo

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El color anaranjado que se filtraba a través de las blancas cortinas teñía las paredes de la habitación, el silencio era simplemente pesado hasta para mí, ni pensar que estoy solo aquí. Siento los párpados pesados, pero no es que sea algo raro, todos nos sentimos somnolientos cuando pillamos un resfriado, debí escuchar a Gonta cuando me dijo que no me quedase hasta tarde fuera solo por mi capricho de querer ver la supuesta lluvia de estrellas que habría la noche anterior. A lo mucho vi dos o tres y solo gané un resfriado por la espera. Escucho que alguien toca la puerta y le digo con todo lo que mi voz endeble alcanza a escucharse que puede pasar. Gonta llega, como siempre, animado como un niño pequeño que va de compras a por su juguete favorito.

-¡Con permiso! _exclama con suma alegría. Gonta es un extranjero que se está quedando en nuestra casa, su padre es amigo del mío, se conocieron en un viaje de negocios, este chico ama toda la cultura de este país y se empeñó bastante en estudiarla a fondo, así que mi padre le permitió quedarse. Tanto él como mi madre le adoran, no puedo evitar verlo como un hermano siendo así_ Vaya, no te ves como que hayas mejorado mucho... _habla, pero luego calla al escucharme toser_ ¿Estás bien, Kokichi?

-Sí, perdona por interrumpirte...

-¿Por qué te disculpas? Estás enfermo.

-Precisamente por eso, has estado cuidando de mí desde ayer, todo porque no quise escuchar...

-Vamos, no te pongas así. Sé bien que no te gusta que otros se preocupen por ti, pero cuando enfermas, sí o sí, debes dejarte cuidar por otros. _afirma con una sonrisa en el rostro_

-Supongo...

-Si hay algo que pueda hacer no dudes en decirlo _habló con una muy notoria determinación en su voz_ ¿Deseas que prepare algo de sopa para calentar tu cuerpo?

-¿Tú sabes cocinar acaso?

-¡Por supuesto, tu madre me ha estado enseñando todo tipo de recetas! ¡Déjamelo a mí! _exclamó con orgullo mientras agitaba un poco sus manos, tampoco es que sea tan pequeño como para hacer esos gestos infantiles, pero supongo que es parte de él comportarse de ese modo. Sin decir algo más, se va corriendo a la cocina_

Ahora que hago memoria, esto me recuerda mucho a aquella vez que enfermé y tuve que irme al hospital. Recuerdo bien que no era algo demasiado grave, pero igualmente tuve que internarme por algún tiempo...

(...)

Mi madre solía ir a visitarme cada día, me sentía seguro en su compañía, pero luego comenzó a ausentarse debido al trabajo, a pesar de que le pedía que viniese todos los días, hasta yo sabía que no sería posible. Todo continuó de la misma manera hasta que mi madre dejó de visitarme demasiado seguido, cada vez que iba a verme solo decía: "Lo siento mucho, pero te prometo que volveré pronto". Aun así, pasé tardes esperando su visita y ella no regresó por un muy largo tiempo. Comencé a aislarme en mi pequeña habitación del hospital y no quería relacionarme con nadie por mi inseguridad, pero todo cambió un día...

-Ya me he acabado el último libro que mi madre me dejó... _dije con cierto desgano, eso solo significaba que no tendría nada mejor que hacer más que quedarme sobre la cama mirando el techo lleno de aburrimiento. Escuchaba algunas voces provenir del exterior de aquellas cuatro paredes, pero nunca me animé a salir de aquí_ A lo mejor debería salir de una vez, no es como si tuviese algo mejor que hacer... _me dije a mí mismo mientras tomaba la manija de la puerta tras inhalar profundamente con tal de calmar los nervios que me suponía lo que estaba haciendo_ Debería pedirle a mi madre libros nuevos cuando regrese...

Caminé hasta el patio del hospital, sorprendiéndome de no ver a tanta gente como lo esperaba de un centro tan grande. Comencé a caminar por allí sin tener mucho que ver o hacer hasta que las hojas de uno de los pequeños arbustos que decoraban el lugar comenzaron a moverse súbitamente. Me quedé estático a la espera de ver qué saldría de allí, encontrándome con un felino blanco que salía de entre las hojas y se estiraba lentamente, al parecer estaba echando la siesta tras las plantas y acababa de despertar. El gato me miró una vez terminó de desperezarse y ladeó levemente su cabeza, para luego ignorarme y comenzar a caminar por el césped verde. Las ganas de acariciarle no me faltaban, y, siguiéndolas, comencé a caminar tras el gato. El felino no se inmutaba a pesar de ser perseguido por mí, para cuando logré alcanzarlo, no me contuve y le abracé, aunque no con fuerza para no hacerle daño, pero sorprendentemente, el gato no hizo esfuerzo alguno por soltarse. Pronto, avisté una sombra delante de mí, lo cual me hizo desviar mi mirada del gato blanco que tenía en brazos a la persona que se encontraba frente a mí.

Dearest [An Oumami Fluff fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora