Capítulo 3

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La mañana comenzó con el gorjeo de Jeongin que, completamente despierto, pataleaba alegremente en su cuna

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La mañana comenzó con el gorjeo de Jeongin que, completamente despierto, pataleaba alegremente en su cuna. Felix tardó unos instantes en darse cuenta de porque estaba durmiendo en esa habitación.

Sintió que algo se rompía en su interior al recordar la noche anterior, pero, a los pocos instantes, experimentó una gran calma, se sentía vacío, hueco.

Se levantó y frunció el ceño al darse cuenta de que llevaba la misma ropa del día anterior. Se llevó la mano a la cabeza. Tenía un aspecto desastroso y se sentía muy mal. Ni siquiera se había molestado en quitarse las zapatillas de deporte para dormir. Se sentó en la cama y se las quitó. En aquel momento, el niño se dio cuenta de su presencia y dio un gritito de alegría.

Felix se inclinó sobre la cuna. La sonrisa de su hijo fue como un bálsamo para su triste corazón. Por unos instantes, se sumergió en la alegría que suponía disfrutar de su hijo. Le dio unos golpecitos en el vientre y murmuró las cosas que los donceles suelen decirles a sus hijos, y que sólo ellos y sus hijos entienden.

Aquello le pertenecía, se dijo. No importa que cosas quisieran arrebatarle o concederle la vida, jamás podría quitarle el amor de sus hijos. "Esto", se dijo, "es sólo mío".

Jeongin estaba empapado. Felix le quitó el pañal antes de sacarlo de la cuna. Jeongin siempre estaba alegre por las mañanas. No dejó de gorjear y moverse cuando lo llevó al baño para limpiarlo y refrescarlo.

Lo sacó, lo envolvió en una toalla y volvió a su habitación para vestirlo. Normalmente, lo habría llevado a la cocina para darle el desayuno sin siquiera vestirlo y sin vestirse él mismo. Normalmente lo hacía cuando los niños se habían ido al colegio y su marido a trabajar, pero no podía despertar a los mellizos con aquél aspecto. Le preguntarían porque tenía una pinta tan desastrosa sin el menor pudor.

Hizo acopio de valor y abrió la puerta de su habitación. Sabía que Minho estaría medio dormido. Entro sin hacer ruido y miro hacía la cama, sumido en la penumbra del amanecer. No estaba allí. Oyó ruido en el baño y Minho apareció al cabo de un instante. Llevaba una camisa blanca y pantalones grises. En cuanto vio al castaño, se detuvo bruscamente.

Desde que lo conocía, Felix nunca se había sentido tan vulnerable en su presencia. Era consciente de su desamparado aspecto: de sus ojos enrojecidos por el llanto, de la palidez de su semblante y de sus cabellos enredados.

También estaba alerta ante él. Observaba lo alto que era, la fortaleza de su cuerpo y sus músculos esbeltos. El ancho pecho, las caderas estrechas y las piernas largas y poderosas...

Tragó saliva y levantó la vista. Cruzaron una mirada. Tampoco tenía buen aspecto. Parecía cansado, como si no hubiera dormido mucho. Debía haber estado pensando, tratando de encontrar una solución, la salida a una situación imposible. Era una de sus virtudes convertir los fracasos en éxitos. Era la causa principal de su prosperidad.

𝚄𝚗 𝙼𝚊𝚛𝚒𝚍💔 𝙸𝚗𝚏𝚒𝚎𝚕 -𝙼𝚒𝚗𝚕𝚒𝚡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora