Capítulo 10 "Hanabi"

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A la mañana siguiente, Hinata tomó el coche hacia la calle 50mh, como había hecho cientos de veces. El ferry que cruzaba el río East era rápido, y al mediodía la coupé marrón de los Hyuga bajaba la rampa en la nueva terminal de ferries Fulton. Llevó más tiempo de lo esperado salir de los muelles, a causa de los trabajos que se realizaban en el puente. Ya se habían nivelado varias manzanas para adaptarlas a la torre y al acceso al puente. Había muchos obreros, la mayoría de ellos, irlandeses.

Detenida en medio del tráfico por las mulas que arrastraban enormes piedras de granito hasta el lugar de la construcción, Hinata oyó a los trabajadores que hablaban entre sí en gaélico. Cada tanto, registraba frases en inglés: "Mi mare viene de Castle Garden", o "Se no terminamo a tiempo, no nos pagará ni el diablo", pronunciadas con fuerte acento irlandés.

Levantó con discreción la cortina de encaje de la ventanilla de la coupé y los observó. En verdad, no tenían un aspecto muy respetable. Por cierto, no eran tan apuestos como Naruto. Tenían rostros anchos y rubicundos, eran bajos y velludos, los cuerpos estropeados por años de trabajo duro. Mientras el capataz vigilaba la descarga de un carro, un grupo de obreros hacía circular con disimulo un frasco de vidrio. Hinata evocó con toda claridad las afirmaciones de la señora Mei con respecto a los irlandeses que trabajaban en las calles.

Estos individuos parecían la imagen perfecta de todo lo que Hinata había oído al respecto y recordó las palabras: "Los irlandeses no necesitan presentar solicitud", que había visto en innumerables carteles.

De pronto, un hombre le llamó la atención. Era un trabajador que escuchaba al capataz con serena concentración, mientras la grúa alzaba las piedras del carro. El hombre alzó la vista y Hinata vio la misma expresión rebelde y sombría que en los ojos de su esposo, y la misma avidez en el rostro delgado. Era imposible que estuviesen emparentados, pero la joven no pudo quitarse de la cabeza la imagen de Naruto.

Pronto terminaron de descargar las piedras y el tráfico se reanudó. A través del velo de encaje Hinata observó cómo el irlandés de ojos oscuros volvía al trabajo con la pala en la mano y cavaba, junto con los demás obreros, la profunda fosa que serviría de cimiento a la torre del puente. Era una tarea muy dura, y Hinata comprendió que la inteligencia de ese sujeto se desperdiciaba en la monotonía del trabajo. Había oído llamar "cuchara de los irlandeses" a la pala. Ahora entendía el porqué.

Dejó caer la cortinilla y se reclinó sobre el asiento. Ese hombre de ojos sombríos y expresión desafiante no se apartaba de su mente. Esperaba que pudiese triunfar... que esa herramienta pesada, la monotonía del trabajo, el esclavizarse a una pala por unos centavos diarios, no lo quebraran. La: asombraba que hubiese personas capaces de superar esa situación aunque, al parecer, sí existían.

Los pensamientos de Hinata volvieron a su esposo. Naruto Uzumaki había salido de las calles. Lo imaginó como a aquel obrero, sucio de pies a cabeza, con una expresión desesperada, y de súbito pudo comprenderlo... al menos en parte. Le costaba imaginar cómo había logrado llegar a lo que era en el presente; pensó en todos los obstáculos que había tenido que superar y aun con renuencia, se sintió colmada de una profunda admiración.

Miró a través de las cortinillas y vio que ya estaban en las afueras de Brooklyn. A la derecha, vio ovejas pastando y, a la izquierda, el suelo arcilloso que ya estaba arado, listo para la siembra de primavera. Como de costumbre, cuanto más se acercaba al asilo donde estaba su hermana, el dolor le oprimía con más fuerza el corazón. Lo que había tenido que soportar el irlandés para sobrevivir en esta tierra era terrible, pero la pobreza no era la única prisión, como bien lo sabía Hinata. Sentada en el asiento tapizado de terciopelo púrpura la agonía del pasado la envolvió como si volviese a vivirla. El prejuicio y la pobreza eran trágicos, de cualquier manera también existía otra clase de tragedias. Mientras el coche doblaba a la derecha, a la vista del discreto cartel que anunciaba la entrada al Asilo Park View, Hinata sintió otra vez el abrazo de la Tragedia.

Naruhina: Amor y Castigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora