Capítulo 12 "Beso"

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La recepción se llevó a cabo en el salón de baile de los Uzumaki, donde debió de haber transcurrido la fiesta de presentación de Karin. Los invitados, en su mayoría, eran los mismos. Comieron en los platos de Limoge con bordes dorados, bebieron en las copas azules de Stiegel, se impresionaron, como era de esperar, con los encendedores de oro de catorce kilates: en general, contemplaron admirados la riqueza de Naruto hasta que los ojos se les saltaron de las órbitas.

Para Hinata fue casi imposible soportar la comida de bodas, que duró tres horas, comenzando con el retrato de la pareja tomado por el señor Napoleón Sarony. Durante los quince minutos que tuvieron que posar para el daguerrotipo, los nervios de la muchacha estuvieron a punto de estallar. Entretanto, observó con pudor su propia mano enlazada a la de su esposo. Junto a Naruto, el sentimiento predominante era el pudor. Aunque no podía moverse ni mirarlo, todos sus sentidos percibían la proximidad del hombre. Lo sentía como una fuerza latente, grande y al mismo tiempo, terrible. No había modo de huir de él; la mano de Naruto la sujetaba con un apretón de acero aterciopelado, el aliento cálido le acariciaba la oreja, el aroma, una seductora combinación de colonia masculina y de varón adulto, la inundó al punto que creyó sentirlo en el paladar.

Al concluir esa tortura, se sentó junto a sul marido; no comió nada y bebió champaña cada vez que le llenaron la copa. Los acontecimientos de esa mañana habían sacudido las convicciones de Hinata hasta los cimientos. Aún la perseguían las palabras del obispo y sus propios votos le resonaban en los oídos. Había prometido ser la esposa de este hombre, le había prometido cumplir con los deberes de una esposa hasta que la muerte se la llevase, y era una mentira. El matrimonio no era otra cosa que una farsa, una obra de un solo acto.

Observó con disimulo a Naruto, que reía de algo dicho por el hermano. Sentado ante la mesa nupcial, parecía un rey que contemplara sus dominios. La satisfacción de Naruto era casi palpable, y Hinata lo despreció. Lo despreciaba más por el beso que le había dado en la iglesia que por todas las otras cosas que le había hecho. Ese beso había sobrepasado la frontera de lo formal para pasar a un terreno muy personal. Durante un breve instante, le había provocado una emoción que Hinata no deseaba brindarle. "Si vuelve a besarme de ese modo
- Pensó Hinata -, Me lastimará tanto que lo que hizo hasta ahora parecerá un juego de niños."

Naruto se volvió hacia su esposa y vio que lo miraba. Cuando los ojos de ambos se encontraron, entre ellos se estableció una corriente. Hinata quiso ser hostil, pero no pudo pues los ojos de Naruto la penetraban hasta atravesarle el alma. Permaneció sentada, inmóvil y silenciosa, atrapada en la telaraña de esa mirada, aunque pronto la magia se desvaneció. En el rostro de Naruto apareció una sonrisa arrogante y la joven sintió deseos de abofetearlo.

- Nos marcharemos al mediodía. Karin te llevará a una habitación donde podrás cambiarte. ¿Quieres que llame a la doncella? - Preguntó con falsa solicitud.

-Sí - Susurró Hinata, airada, y comenzó a levantarse.

Su esposo la detuvo.

- Todavía no hemos brindado por la novia.

- No es necesario. - Respondió Hinata con vivacidad.

- Insisto.

Hinata se sentó y vio que Naruto miraba a su hermano. Menma se puso de pie y alzó la copa. Cuando habló, todos los comensales guardaron silencio.

- Los matrimonios irlandeses tienen fama de ser duraderos. - Se volvió hacia Hinata y levantó la copa más alto -. Yo hago votos para que éste dure una eternidad. ¡Por la novia!

Todos los presentes, con renuencia o no, repitieron: "¡Por la novia!", y bebieron champaña. Hinata palideció aún más. Sobre ella caía otra maldición, se sumaba otra mentira. Volvió a sentir ganas de taparse los oídos y escapar.

Naruhina: Amor y Castigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora