Capítulo 1 - Bienvenido a la residencia

1 2 0
                                    

Cuando me quiero dar cuenta, el autobús se detiene y todo el mundo empieza a bajar, «supongo que los seguiré».

Paso entre las puertas del autobús y el sol me deslumbra por un segundo, pongo mi mano por encima de mis ojos para evitar la luz y así adaptar mi vista al brillo, lo cual no tarda más de un par de segundos, y veo que ante mí hay un imponente edificio blanco, con muchas ventanas, todo rodeado por una gran verja de metal y un tío con uniforme al lado de la puerta, «me parece poca seguridad para que aquí esté reunido el futuro del país, pero ellos sabrán». Empiezo a caminar, absorto en mis pensamientos sobre ese sueño, y no me doy cuenta de que me choco contra alguien, o más bien, que alguien choca contra mí.

No me muevo casi por el choque y miro a mi alrededor para ver con quién me choqué hasta que me doy cuenta de que terminó en el suelo, mirándome, «mierda».

—¿¡Pero tú de qué coño vas!? —me chilla el enano desde el suelo con cara de pocos amigos.

Se ve como el típico crío rico que sus padres han metido aquí a golpe de talonario por su actitud, pero su ropa dice absolutamente todo lo contrario. Me agacho y le tiendo una mano para intentar ayudarle a levantarse. Él, muy amablemente, me da un manotazo y se levanta de golpe moviéndose rápidamente hacia mí.

Me incorporo mirando al frente y me doy cuenta de que tengo que bajar la cabeza para poder verle, «qué pequeño es», ante mí veo a un chico que no debe de medir mucho más de metro sesenta, con el pelo hacia un lado y de color blanco, parece teñido, pero no se ven las raíces de pelo así que no sabría decir, veo que lleva una camiseta de color blanco debajo de una sudadera negra y unos vaqueros rotos por las rodillas, muy alejado del estilo de niñato pijo, es interesante.

—¿¡Me estás escuchando, puta jirafa!? —grita mientras me toma del cuello de la sudadera y hace que me agache a su altura, «¿pero este quién se ha creído?», ahora más cerca de él me doy cuenta de que tiene un ojo de color rojo y otro de color verde. Eso es inusual hasta para la mayoría de los cambios físicos que provocan los dones. También me fijo en que, aun pareciendo tan pequeño, parece que tiene bastante fuerza por cómo me está reteniendo, cuando dejo de analizarlo me doy cuenta de que sigue moviendo la boca, debería escucharle aunque sea un poco, «qué pereza», voy a solucionar esto rápido.

—Perdona, ¿Qué decías? —digo mientras me retiro el pelo que me tapa los oídos hacia atrás y me quito los cascos, sus voces llegaban más alto que mi música, pero así no estará tan cabreado.

—¡Qué tengas más cuidado, jodida jirafa, mira por dónde coño vas! —espeta de golpe, sin soltarme aún, «joder con el chaval, ya me estoy empezando a cabrear».

—A la próxima... —empieza a decir, pero al instante se separa de mí, le sigo con la mirada y me doy cuenta de que una especie de ¿princesa?, lo ha sacado a rastras de mí.

—Serás idiota, mira que buscar bronca el primer día, si es que... —empezó a decir mientras el chaval se calla y mira hacia otro lado, cuando me doy cuenta la princesa está mirándome —discúlpale, es que tiene mal día —dice mientras me toma de las manos y sonríe, interesante técnica para conseguir algo, la verdad, esta sabe lo que se hace.

—No pasa nada —digo haciendo que la princesa me suelte y miro de nuevo al chico rabioso, vuelve a mirarme con cara de pocos amigos, por lo que mantengo mi atención en la chica que parece una princesa.

—Gracias por entenderlo —dice mientras me mira de arriba a abajo, yo hago lo mismo.

Parece literalmente una muñeca de porcelana, tiene la piel blanca, el pelo muy largo de un fuerte tono negro y los ojos color amarillo, casi dorados. Lleva un vestido largo de color negro, pero se nota lo delgada que es.

Un artista muy peculiar (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora