El afecto y detalles

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Cuando más amas es cuando eres la persona que da todo por el otro, porque siendo sinceros, ¿Quién no ha regalado algo a la persona que ama?

Mi culpa es eso, dar mi corazón, mi alma, mi ser entero a ese demonio, uno que a mis ojos era el más atractivo de todos los seres que han habitado la tierra o que alguna vez llegarán a pisarla.

Mis miradas son un regalo que poco han significado a ese ser oscuro, se que mis ojos son brillantes y miran a través de los corazones, aún por más que esfuerzo la mirada hay cosas que no veo claramente.
Un día mi mirada se clavo en sus garras jugando al poker, estábamos solo nosotros dos, una reunión amistosa en la oficina donde siempre se encontraba y pocas veces podía quedarme más tiempo del que necesitaba.

Lo seguiré diciendo el díablo es un ser que poco le gusta la compañía, odia la sensación de que alguien más le pise los pies, pues es sensible al tacto e interacción, no lo juzgo, se que es difícil estar con un mortal cuando eres tu un ser de otro mundo.

Pero sobre todo el tema, me gusta la sensación que me deja el verlo hablar de lo que más le gusta, en dónde su voz se va enredando a mi alrededor y me marea con su timbre en cada palabra. Su lenguaje es brusco, poco honesto y burlón, no importa con que fin diga las cosas hay algo que llegara a sobresalir su risa malvada, entraré en la dicha de oírle y sonreíre tontamente.

Pero cuando sus carcajadas se desvanezcan y su mirada se apague, dónde me vea sentado frente a él las garras se alzarán, naciendo de sus labios la mueca de asco pulcro y dirá que me largue, su voz es grotesca e irracional, no lo sabe, pero me asusto repentinamente, salgo a cabeza baja con el temblor en el pecho, ¿Qué hice mal ahora?

Y es que se que la cagué, puede ser que le toque el pelaje del hombro sin darme cuenta, no me rei de su chiste o quizas no escucho las palabras que quería realmente oír.

Siendo así, fue mi culpa desde el momento en el que no supe que hacer, porque hice mal y si lo conozco desde hace tiempo ya debería saber que hacer, que decir y como actuar, se llama complacerle, darle lo que desea sin decirlo en alto, dónde cumplo como un buen hombre, porque si con sus dientes me pide que me saque el corazón y lo venda al mejor postor, lo hago sin decir que no, mientras sería feliz de verle apostar cada dólar que llegara a valer ese pedazo de carne carmesí.

Me gusta pensar en que podría regalar cuando me encuentro desocupado, siendo sincero conmigo mismo he sido alguien siempre detallista, aquel que le gusta demostrar su amor con regalos y detalles dulces repentinos, es amor, cariño y adoración.

Veo las flores, pienso en enviarle un ramo, unas de su color favorito para que sonría al verlas, a pesar de que se que las quema al tenerlas cerca.

Los chocolates le he dado a diario, con formas de corazón apretujado, de colores y tamaños, rellenos y amargos, pero acaban en el fondo del cesto de basura apenas los mira.

Dónde se que si nada le hace feliz busco en el lugar más recóndito y le regaló algo que le recuerde su reinado, algo dorado, una piedra preciosa y tan bella como lo son sus ojos al rojo vivo, esa la conservo, la dejo sobre su cuerno un tiempo y cuando la ví mis ojos se alegraron, grite de emoción, tanta felicidad iba a romper mi pobre pecho con un suspiro más, el diablo había aceptado al fin un regalo mío, cuando más deseaba eso, la ilusión, el amor y el hecho de que usaba lo que más me costó poder encontrar.

Mi vida se pintaba de rosa después de tantos colores grises, en mi pequeño mundo comenzaron a sonar las baladas que nacían de la noche en los callejones de los jóvenes enamorados; cuando menos lo pensé lo veía cada que podía y admiraba como el dorado resaltaba contra su pelaje azabache, el diablo lo amo, lo sé porque lo uso y me terminó de enamorar que me aceptará tan delicada pieza fabricada.

Como no desear verlo a cada momento con ello, hasta el momento en que el dorado ya no se presentó, esa arracada en su cuerno se esfumó y me arranco la duda, quizás hoy había olvidado ponérsela, que mañana la usaría nuevamente como la última vez que la uso. Me comencé a calmar para poder encontrar la tranquilidad en las olas de duda que golpeaban mi mente, se lo quito porque tal vez no tenía ganas de usarlo, si eso, es claro que fue eso, porque nadie se acostumbra.

No me miento a mi mismo, lo creo, es más que seguro eso, lo juro por mi amor a ese rojizo lava en sus ojos.

Cuando menos te das cuenta, el día en que lleve una botella de vino me dolió el pecho, preguntando por la sensación dude en decir palabra alguna cuando me acerque al diablo en su oficina.
Serio como siempre, mal humorado porque había ocurrido algo en el subsuelo que no podría arreglar de momento, cuando estaba tenso menos debía presionar, pero quería saber, necesitaba quitarme la maldita espina y poder entender que carajos había pensado durante varios días, semanas... Mierda, quizás meses.

Cuando abrí la boca para saberlo él no me dejó hablar, me cayó de inmediato con su mirada molesta mientras respondía a mi cuestionamiento no expresado.

Mi mirada se bajó a mis pies, mi corazón dejo de latir por un segundo y sude frío, porque oi eso que menos quería escuchar "Lo perdí", me sentí tan pequeño, tan insignificante, cuando me traje a esa realidad y trague con fuerza sus palabras secas, asentí y simplemente dije que no pasaba nada, que a todos nos pasaba y que era algo que se podía reponer nuevamente.

Pero la sensación amarga de eso, no me dejó tranquilo, ¿Quizás fue mi culpa el darle algo fácil de extraviar? Necesito mejorar mis regalos, tal vez si deba...

¡It's not pink, it's purple!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora