CAPÍTULO UNO: LAMIDAS.

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¿A los veintiún años se es muy joven para morir?, se preguntó Deava al tiempo que aceleró sus pisadas, que repiqueteaban sobre las calles adoquinadas, y sintió cada pequeña piedra suelta en la suela desgastada de sus zapatillas.

Por suerte las calles estaban casi vacías, así que no habrían testigos de lo que iba a hacer.

Era la primera vez que se escapaba en todo lo que llevaba de vida, y jamás había estado tan asustada como en ese momento.

"Asustada" no era suficiente para describir cómo se sentía; "Asustada como la mierda", sí.

Intentó caminar más rápido, cubriéndose el rostro con la capucha cada vez que aparecía alguna persona en su camino.

Sabía que igual estaba llamando la atención (es decir, ¿quién no lo haría con una capa de terciopelo como la suya?), pero al menos tenía la esperanza de que nadie lograría verle el rostro.

Sólo necesitaba llegar al bosque cuanto antes.

Estaba desesperada y sentía que el camino hacia el bosque era eterno. Se sentía el cuerpo pesado, pero sabía que no era su vestimenta.

El vestido no era tan pesado, por suerte o desdicha (no podía definir cuál de las dos era, porque a pesar de que hacía frío estaba sudando como si estuviera corriendo en una carrera), pero aun así la capa pesaba lo suficiente como para hacerle sentir cada paso que daba.

Decir que se estaba arriesgando a morir era un eufemismo... Lo sabía, pero aun así no podía dejar de intentarlo.

Era su última oportunidad de salvar a sus padres. No podía simplemente quedarse de brazos cruzados mientras su madre seguía empeorando y su padre se arriesgaba a que los descubrieran.

Su corazón comenzó a latir más rápido cuando finalmente llegó a la zona que delimitaba al pueblo del bosque.

Esperó con su corazón en la mano que nadie la hubiese visto, si alguien la veía adentrarse en el bosque con un vestido ligero y una capa tan pesada como ella misma, fácilmente asumirían que era una promiscua... O peor, que era una de los malditos.

Y lo era, pero se suponía que nadie debía saberlo.

Llenó sus pulmones de aire, armándose de valor para finalmente adentrarse en el bosque.

Había escuchado a su padre diciendo que estaba seguro de que habían encontrado lo que por tanto tiempo habían estado buscando.

La manada que podía ayudarlos... Una manada de personas como ellos.

Su padre dijo que estaba seguro de que se habían asentado en el bosque, y ella sólo esperaba que eso fuera cierto.

Estaba arriesgando su pellejo y poniendo su confianza en las esperanzas de su padre... Pero tenía que hacerlo, era hacer un último intento o quedarse de brazos caídos y dejar que los pueblerinos los mataran a los tres.

El tiempo seguía corriendo y ella estaba segura de que no tendrían más oportunidades.

Ya habían descubierto su escondite una vez, no permitiría que volvieran a lastimar a sus padres.

Sus pasos se detuvieron cuando estuvo frente a frente con el bosque.

Respiró profundo y se armó de valor.

Mientras existiera una esperanza, iba a aferrarse a ella.

Con eso en mente, dio el primer paso, adentrándose en el comienzo del bosque.

Su padre había dicho que el bosque era peligroso, que podía tener magia ancestral... Pero ella no lo había creído.

Al menos no hasta que, con sólo dar su primer paso, sintió cómo un frío extraño se coló desde el suelo hacia su pie y se expandió por sus huesos, hacia el resto de su cuerpo en cuestión de milisegundos.

ORÍGEN: Alfa Legítimo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora