Yoo Jeongyeon la niña bonita del tenis femenino, se enfrenta al mayor reto de su carrera, ganar el Abierto de EEUU, intentando evitar las amenazas de muerte que ha recibido durante los últimos meses.
Por el camino, descubrirá a la piloto Im Nayeon...
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—No es posible que hayas estado durmiendo todo este tiempo. —La llamada de Namjoon la había sacado de un sueño exhausto. Por un momento, Jeongyeon se preguntó de quién era el cuerpo desnudo que tenía pegado a la espalda, hasta que recuperó el conocimiento por completo y recordó cómo había pasado la mañana. Si con eso no se me han saltado los puntos, jugar al tenis va a estar tirado.
—No, durmiendo no. —dijo en voz baja para no despertar a Rosé.
—Voy para allá. —Kim oyó la voz áspera y pensó que Jeongyeon seguía alterada por lo de la noche anterior.
—Dame una hora y luego puedes venir. —Jeongyeon se soltó del lío de extremidades que tenía detrás y se sentó.
—¿Por qué? —preguntó Namjoon enarcando una ceja que Jeongyeon no podía ver.
—Puedes esperar o puedes venir ahora y ver a Rosé desnuda en mi cama, tú eliges.
—A lo mejor si te pegamos un par de veces al día con una raqueta bien tensada, empiezas a aprender de tus errores pasados —dijo Namjoon, dejándose caer en la cama al oír la noticia.
—Sí, bueno, cuando Brad Pitt se presente en tu habitación y se eche desnudo en la cama con mirada incitadora, hablaremos de esa fuerza de voluntad más fuerte que el acero que tienes, entrenador. Hasta entonces, deja que me dé una ducha.
—Esto podría venir bien, los periódicos llevan toda la mañana llamando ahora que tú y yo hemos aparecido en los titulares. Sácala a comer esta vez y deja que la prensa os vea juntas. Es lo mínimo que puedes hacer por la chica. Porque deja que te diga que si pretendes que yo vuelva a dejarla plantada por ti, dimito. —Namjoon respiró más relajado: esta vez se iba a librar de plantar a la emotiva Rosé cuando Jeongyeon no quisiera volver a verla.
—Lo tendré en cuenta si quiero un nuevo representante.
—¿Dónde vas? —La voz que se oyó detrás de Jeongyeon sonaba tan áspera como la suya mientras hablaba por teléfono con Namjoon.
—A ducharme, y luego te voy a invitar a comer. Supongo que te vendrá bien que los tiburones nos saquen unas fotos juntas para que tus fans no piensen que eres una maníaca homicida.
Vale, Rosé, a ver si lo de sin ataduras iba en serio. Tengo que empezar a pensar mejor estas cosas y tal vez entonces pueda sentarme a disfrutar bebiendo una copa en lugar de llevármela puesta, pensó Jeongyeon cuando las consecuencias de lo que había hecho esta mañana le empezaron a quedar tan claras como la luz que entraba por la ventana.
—¿Puedo ducharme contigo? —Rosé se sentó en la cama y dejó que la sábana le resbalara hasta las caderas. Jeongyeon se quedó mirando y no precisamente su pelo revuelto. Se apoyó en las manos y arqueó la espalda un poco, mejorando el panorama de Jeongyeon.
—¿Eh? —Jeongyeon chasqueó los labios y trató de recuperar el hilo de lo que estaba pensando antes de que los atributos quirúrgicamente mejorados de Rosé acabaran con su raciocinio de un mazazo
