14: Hilo invisible

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Al pasar toda la noche junto a Charles, Max comprendió que, ni por más que quisiera, podría nuevamente alejarse. Tenía la sensación de que había un hilo invisible atándolo a él, uno que le impedía separársele; así hayan pasado varios años desde que estuvieron juntos, no podía alejarse de él, e incluso, creía que si existiesen otras vidas a lo mejor y en ellas también estuvo junto a Charles. A lo mejor y estaba siendo muy cursi al pensar aquello, pero sentía que en cierta parte tenía razón.

No le cabía una expresión lógica en la cabeza, al menos no en ese momento en donde era un cúmulo de sentimientos. Su corazón latía con suma rapidez y sentía que se quedaba sin aire, no podía controlar aquellas reacciones cuando estaba cerca del monegasco, por más que se haga el duro, por más que quiera evitarlo, Charles siempre había sido su debilidad.

Se la pasaron charlando todo el rato, dándose uno que otro toque cariñoso mientras su conversación tomaba rumbos profundos, se lanzaban miradas expectantes y llenas de emoción, se conectaban, el hilo que los unía brillaba por haberlos hecho reencontrarse. Las manos del monegasco descansaban sobre la cabellera rubia de Max, tocando esta con delicadeza, metía sus dedo entre las hebras de su suave cabello, viendo cómo el neerlandés cerraba sus ojos con satisfacción. Le gustaba ese tipo de ambiente, se sentía muy tranquilo y relajado, su mundo solo se resumía a aquel hombre que le hacía compañía.

Lo había extrañado tanto.

Quizás la manera en la que lo había encontrado no era la más cuerda posible, pero internamente le agradecía a su mejor amigo por su imprudencia, sin él hubiera sido demasiado difícil localizar a Max y, si las cosas hubiesen tomado otro rumbo, a lo mejor nunca lo hubiese vuelto a ver y estaría en este preciso momento junto a una persona de la quizás no supiera el nombre, de quien solo quisiera calor, mas no amor.

Aunque sentía un montón de cosas inexplicables, era consciente de que esto apenas era el inicio de algo. No quería apresurar las cosas, ni mucho menos atosigar a Max con tanta intensidad y sentimientos por doquier, debían volver a conocerse, al menos, hacer que sus nuevas versionas se conozcan. Sin embargo, estaba casi seguro de que volvería a enamorarse de Max sin dudarlo, sabía que lo elegiría de nuevo.

Escuchó que el rubio dejó escapar un sonoro bostezo y volvió a la realidad.

—Tengo mucho sueño, Charlie y mañana tengo clases temprano —le dijo el rubio en un tono somnoliento, mientras restregaba sus ojos azules.

El mencionado lo observó durante unos segundos.

—Te presto mi habitación para que descanses, yo iré a trabajar en el cuarto de al lado —le dijo, sin dejar de tocarle el cabello.

— ¿Trabajar a esta hora? —inquirió Max, inseguro —. Deberías descansar, Charles.

El chico de Mónaco únicamente le dirigió una sonrisa.

—Subamos, Maxie.

Le dio la mano para ayudarle a levantarse y ambos se dirigieron a la segunda planta de la gran casa para ir a la habitación de Charles, llegaron en cuestión de segundos y Max se lanzó sobre la cama sin esperar nada más.

—Qué descanses —le dijo el dueño de la casa en un tono bajo y cariñoso, para luego darse la vuelta e intentar irse del sitio.

Cuando Charles apenas dio el primer paso para irse, sintió como lo jalaban de la muñeca, instintivamente se giró a mirar al rubio que estaba sobre la cama.

—No te dejaré trabajar a esta hora —le dijo el neerlandés —. Hoy no quiero verte en tu faceta de adicto al trabajo.

—Pero debo terminar un...

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