I: Amor

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-- ¿Dónde están? --Preguntó la confederación--.

-- ¡Aquí! --Gritaron dos niños pequeños, Argentina y Brasil--.

Todo era risa y abrazos, la estaban pasando bien... Lastima que había un imperialista junto a ellos...

-- No entiendo sus juegos tan estúpidos...

-- Imperio.... déjanos, ellos son chiquitos y quiero acompañarlos... Tienen una infancia.

-- Tendrían que estar entrenando --decía serio--.

-- No, tienen que ser niños... a parte es divertido, déjanos jugar un rato más, papi -- Dijo es pequeño Argentina--.

El brasilero mayor solo veía serio, no quería que su hijo e hijastro se convirtieran en una decepción... pero ver a su esposo feliz.... lo hacia sentir mejor, le encantaba verlo divirtiéndose....

Confe siempre fue alguien serio, pero con sus hijos.... sacaba su niño, amaba divertirse, reír y jugar junto a ellos... solo que el imperialista no se les unía... eso lo hacia sentir mal, pero él no se deja absolver por una sola cosa, él siempre es positivo.

-- Nenes, voy a cocinar, ¿Qué quieren comer?

-- Yo asado --dijo el hispano--.

--¡Yo también! --gritó el otro menor, amaban esa comida--.

Confe solo rio y los abrazó.

-- Voy a ir a comprar, ¿me acompañas? --miro al verde mayor--. Todavía me cuesta manejar los caballos.

-- Está bien... -Dijo con mala gana--.

El argentino se acercó a sus hijos y abrazó a cada uno.

-- Ya saben, no abran la puerta y cierren todas las ventanas, no importa si es alguien que conocen, no abran ante nada, ¿Está bien?

-- Si papi, ya sabemos, no abrimos la puerta.

-- Yo tengo llaves, e Imperio también, si ven que es alguien conocido tampoco abran, no dejen que nadie entre. Pero si, de cualquier manera alguien entra quiero que vayan al sótano en silencio y sin que los vean, enciérrense y tiren de la cuerda, es para que la ayuda venga, ¿Está bien?

-- Si papi, chau. Te quiero --dijeron ambos niños y abrazaron al argentino--.

-- Vamos, Imperio --Dijo saliendo y cerrando la puerta--.

Ya habian pasado 20 minutos, llegaron al mercado y en un momento el brasilero paró.

-- ¿Qué pasa? --preguntó el argentino--.

-- ¿Cómo haces para llevarte tan bien con ellos? creo que me odian...

-- Los dejo ser ellos mismos, los acompaño en su crecimiento e infancia, no los obligo a ser algo que no son, pero siempre con enseñanzas.

-- Pero... quiero que ellos sean fuertes...

-- Entonces intenta acompañarlos o que te acompañen... No sé, deciles que te acompañen a hacer ejercicio y acompáñalos, no los retes si algo no les sale, mira hasta donde pueden hacer y acompáñalos para que cada vez sean mejores, y que ellos quieran, si se cansan paran o si no quieren lo dejan. Nunca los obligues o trates mal porque te van a odiar. También acompáñalos en el resto de su infancia, juga con ellos, pasen tiempo juntos, se un padre, ellos lo necesitan.

-- Sé que no nos llevamos bien... ¿Pero podrías ayudarme?

El argentino se emocionó.

-- ¡Sí, obvio! --Lo abrazó--.

-- No... no me gusta el contacto físico... --dijo incomodo--.

Aunque se había sentido bien... en esos brazos se sentía seguro.

-- Ah... Perdón...

-- No importa, compra y vamos --dijo seco, de vuelta--.

-- De nuevo ese imperio seco y malo... ¿Cuándo vas a ser vos mismo?

-- No me permito ser así.

-- ¿Por? Los niños y yo te queremos... No te vamos a tratar mal...

-- ¿Me quieres? ¿No que no estabas de acuerdo?

El argentino se sonrojó.

-- No... no estaba de acuerdo pero me caíste bien y...

-- No importa, vamos.

Al argentino le dolió... amaba a Imperio, lo amaba demasiado, desde antes que lo obligaran a casarse él se había enamorado. ¿Qué había sido? Quizá su terquedad, que nada le afectaba, era fuerte, o quizá todo lo contrario, no sabe, pero lo ama.

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608 palabras

MUY corto, los capitulos suelen ser de 1000 para arriba

Perdón amor, si te dolióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora