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────. ¡Buenos días! ──── gritó Rosalind entrando a la habitación del asiático, Minho gimió y se tapó complemente para seguir dormido ────. ¡Levante ese culo de Corredor, Minhito, hoy es nuestro primer día!
────. ¿Primer día de qué? ──── gruñó, sin quitar las sábanas de su cabeza. Rosalind dejó el desayuno de ambos en una mesita y se acercó a arrancarle las sábanas con las que se tapaba.
────. De esto ──── lo señaló y después a ella ────. Ya sabes. No sé cómo llamarlo, pero ya sabes.
Minho la miró con los ojos semi abiertos unos segundos, luego tomó una de las almohadas que tenía en la cabeza y la uso para cubrir su cara.
────. Es la primera vez que te veo despeinado ──── comentó Rosalind, ignorando por completo eso. Minho chilló y de inmediato llevó sus manos a su cabello para intentar peinarlo.
────. ¿Podrías traerme mi gel y mi cepillo? ──── pidió en un gemido cansado, sin quitarse la almohada de la cara. Menos lo haría, no quería que Rosalind lo viera despienado. Su cabello, su cuerpo, su hermosa personalidad, todo él era perfecto, pero no quería que lo viera despeinado.
────. ¿Los necesitas mucho? ──── preguntó con una mueca la rubia, acercando una silla y una pequeña mesa de madera para poner los platos.
────. Sí.
────. Puedo ir por ellos luego de cambiar tu vendaje ──── respondió, sentándose en la silla junto a la cama en la silla, Minho soltó un quejido ────. Ahora, quítate la almohada y desayuna.
────. No.
────. Minho.
────. No.
────. Qué estúpido ──── ella tomó la almohada para jalarla, pero Minho la sostenía con sus dos manos contra su cara con fuerza. Y él era mucho más fuerte que ella. Rosalind gruñó ────. Minho, deja de actuar como un maldito puberto de 13 años.
────. Necesito que mi cabello este peinado ──── declaró con firmeza.
────. Esto es ridículo ──── murmuró Rosalind, rindiéndose. Ni en un millón de años iba a lograr quitarle esa almohada de la cara ────. Solo es cabello.
────. ¡No es así!
────. Vamos, apuesto a que te ves igual de guapo que siempre ──── ella rodó los ojos.
Minho levantó una ceja y una gran sonrisa apareció en sus labios, a pesar de que Rosalind no podía verlo.
────. Así que crees que soy guapo. Normal, soy bellísimo ──── alardeó coqueto y seguro, Rosalind se sonrojó. Y agradeció que tuviera la almohada en la cara.
