Capítulo 1: Una fría noche de invierno

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Esta es una historia de amor, del amor entre dos niños, uno de ellos es nuestro protagonista, Sabito. Sabito es un niño que tiene 11 años.

Nos situamos en la era Meiji, la cual se comprendió durante el reinado del rey Mutsuhito (1868-1912).

Sabito era un niño feliz, vivía con sus padres en una modesta casa y era hijo único. Y aunque fuera muy raro en esa época, su madre perdió la habilidad para concebir cuando nuestro protagonista nació. El niño tenía el pelo de color melocotón que le llegaba al cuello, ojos de color gris lavanda con una línea clara en sus ojos.

Gracias a su padre adquirió un fuerte sentido sentido de la justicia al verlo una vez ayudar a un vecino a pagar sus deudas con un hombre que aseguraba matarlo si no le pagaba en una semana. Su padre tenía los ojos igual que Sabito y el pelo de color negro mientras que su madre tenía el pelo del mismo color que Sabito, su pelo le llegaba hasta la espalda, tenía varias pecas en su cara, una expresión gentil y unos ojos tan verdes como las hojas de los árboles en la primavera.

Lamentablemente en ese mundo existían seres que se dedicaban a destruir la felicidad de otros. Demonios que devoran hombres, aparecían en la noche y atacaban las casas de la gente o a la gente que se quedaba en la calle hasta tarde, sin que el gobierno o las autoridades estuvieran enteradas de nada.

Lamentablemente, los demonios llegaron un día a la casa del pequeño Sabito, fue una noche fria de invierno, la madre de Sabito se levantó a por un poco de agua y se encontró cara a cara con un demonio que la atacó, hiriéndola de gravedad y haciendo que está cayera, dándose con la mesa en la cabeza y matándola al instante. Por el estruendo Sabito se levantó de la cama y fue a él salón a buscar a su madre, encontrando y siendo testigo de cómo su madre muerta era brutalmente devorada delante de ella. Sabito, preso del pánico, huyo hasta la habitación de su padre, buscando protección.

El padre de Sabito despertó alarmado por el llanto, los temblores y la voz asustada de su pequeño, diciéndole que un monstruo había asesinado a su madre y la estaba devorando. Al inicio el padre pensó que era una pesadilla del pequeño pero cuando alzó la vista se encontró al horrible ser, devorando uno de los brazos de su esposa. Al ver que el demonio iba a atacar a su pobre e indefenso hijo, el padre del menor, por intuición se situó delante del pequeño, siendo asesinado en el acto. Tristemente el ataque también alcanzó al pequeño, haciéndole una herida en su cara.

El demonio decidió disfrutar un poco más del sufrimiento del menor y comenzó a devorar a su padre frente a él, mientras que el pequeño solo podía temblar y llorar. Mientras Sabito presenciaba el acto, solo pudo recordar unas palabras que su padre le dijo una vez. El mayor decía que debía actuar como un hombre y ser capaz de proteger a aquellos que no lo podrían hacer por ellos mismos, recordó a su hermosa y gentil madre cantándole y acariciándolo y en un ataque de rabia, ira y desesperación, Sabito cogió un bate que tenía su padre en la habitación y le dió un golpe en la cabeza al demonio. En cuanto el demonio comenzó a quejarse por el dolor y marearse, Sabito soltó el bate y huyó. Pensó en huir hacia otra casa pero descartó la idea al darse cuenta de que solo causaría más víctimas, por lo que decidió huir a un bosque que daba a una montaña.

Cuando el demonio se recompuso, minutos después, fue tras el niño, arrepintiéndose de no haberlo matado cuando tuvo la oportunidad. Aún así se calmó al pensar que aún quedaban horas para el amanecer, era enero, hacia frío y el niño no iba muy abrigado por lo que no duraría mucho.

Sabito corrió y corrió por una hora pero su cuerpo cada vez estaba más cansado, solo llevaba una yukata que le llegaba a las rodillas de color verde con un estampado de cuadros geométricos de color amarillo y verde oscuro junto a un pantalón de color blanco, no se había puesto zapatillas por lo que sus pies le dolían muchísimo, pronto se dió cuenta de que su cuerpo iba más lento y comenzaba a dejar de responder.

Quince minutos después, el menor no pudo más, cayó al suelo, su cuerpo había colapsado gracias al frío y dio sus últimas respiraciones esperando a que alguien lo salvará o que al menos su muerte fuera rápida y se reencontrará rápidamente con sus padres en el cielo. Cerro los ojos, temiendo no despertar.

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La chica del río (Sabikomo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora