~El Celo~

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Cellbit estaba frente a la puerta de la habitación del omega que gemia por un alfa.

Recargaba su frente contra la pared tratando de sentir la frescura de la misma en su piel ahora caliente. Apretaba los ojos con fuerza mientras intentaba desprender suficientes feromonas alfa para tranquilizar un poco a su amigo, aunque la verdad era que le estaba costando bastante conservar la cordura.

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Roier y Cellbit se habían conocido ya hacía más de un año cuando por un extraño capricho del destino su barco había encallado en la Isla Quesadilla, cuando vio a Roier por primera ves dudo de el, pero en realidad por esos días dudaba de todo y de todos, simplemente vivía con miedo, miedo a su pasado a su presente y a su futuro ya que se encontraba huyendo de solo el sabía que. En la isla todos los recibieron muy bien, incluso les dieron regalos y los ayudaron a construir un nuevo hogar hasta que todos juntos encontraran la forma de salir de ahí.

La isla era un tanto misteriosa y peculiar, una de las primeras cosas que le sucedió fue que le dieron en adopción, junto a sus compañeros, a un pequeño niño, lo último que pasaba por su cabeza era ser padre pero debía encajar mientras averiguaba cómo salir de ahí así que no se rehusó enseguida.

Pasaba sus días investigando sumergido en códigos, teorías y números. Muy pocas cosas lo alejaban de su casa que más que un hogar parecía una base espía, muy pocas cosas lo hacían volver a la realidad y una de esas cosas era su ahora amigo Roier.

Roier era como una bocanada de aire fresco, no tenia mejor forma de describirlo, era como cuando estás nadando muy muy profundo y no ves nada más que oscuridad y de pronto sientes la urgencia de salir a tomar aire, una necesidad. Así era Roier, entre tanto caos su amigo siempre tenía una sonrisa linda y coqueta para brindar. Al pelinegro le gustaba pasear con su hijo Bobby por la isla visitando y bromeando con todos, todos amaban a Roier esa era la verdad.

Al principio Cellbit no quería acercarse a nadie ni formar lazos fuertes, nunca había sido bueno haciendo amigos, al menos no amigos verdaderos y ahora solo tenia un objetivo en la mente que era salir de la isla, no quería perder tiempo en nimiedades. Pero fue en vano luchar contra los encantos del azabache. Roier lo invitaba a explorar con el pretexto de que eso le serviría para su investigación, en un comienzo Cellbit se reusaba pero poco a poco se dio cuenta que en el momento en que Roier le enviaba un mensaje ahora en automático se levantaba de su asiento para estar listo e ir a buscarlo.

-No me había percatado de que tienes una mandíbula muy marcada. - soltó Cellbit de pronto mientras miraba a Roier a la sombra de un árbol al cual se habían parado a descansar.

- ¿Te gusta mi mandíbula? ¿Cres que soy guapo eh?- Sonrió Roier mientras lo tentaba.

- Si bueno, creo que eres guapo, pero sólo un poquito así que eres guapito.- Rio Cellbit tratando de bajarle el ego al omega.

- ¡¡Hey Gatinho!!- gritó el menor finjiendo haberse ofendido.

Roier lo llamaba así ya que al ser un alfa de alto rango Cellbit tenía rasgos gatunos en el, unas lindas orejas puntiagudas que disimulaba entre la hermosa melena y una cola de gato que escondía cada que podía.

El tiempo paso y su amistad se afianzó más y más con los meses, Roier terminó por contarle la tragedia de su vida, Bobby en realidad si era su hijo biológico, el había estado con un alfa que lo había traicionado, solo muy pocos conocían la verdad y ahora Roier confiaba tanto en Cellbit que decidió contársela.

- Entonces, ¿Tienes la marca de tu Alfa?- pregunto Cellbit con algo de incomodidad, ni siquiera el sabía porque se sentía de esa forma.

Cuando un omega es marcado por un alfa es muy difícil deshacer el vínculo, la mayoría del tiempo aun estando separados el omega está sometido a ese alfa de por vida y si intenta romper el lazo sin que ambas partes estén de acuerdo la vida del omega puede correr peligro.

Cuídate, Si?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora