I'll make this feel like home. |Kurootsuki

#8

Pov: Tsuki

Abrí mis ojos con pesadez, era un nuevo día. El reloj en la mesita marcaba las diez de la mañana con 15 minutos, aproximadamente. Era muy temprano. Lo era para mi.

Inmediatamente pensé en volver a dormir aunque me costara girar un poco en la cama pero cuando estuve a punto de hacerlo sentí ese sentimiento extraño de que algo se me estaba pasando, de que debía saber algo pero no sabía exactamente qué.

"Kuroo", luego pensé.

Empecé a buscarlo con la mirada, un rastro de él, tal vez algo que me diera una señal de que no había estado soñando y que sí era real que había pasado la noche conmigo y había sido una noche increíble. Tal vez solo quería no sentirme tonto por pensar que había imaginado eso.

Me senté sobre la cama buscando mis chanclas para caminar, odio la sensación del piso frío aún más de mis pies sucios. Me di cuenta que no estaban. También me di cuenta de las sábanas que estaban cubriendo mi cuerpo, eran diferentes a las de horas antes, es decir con las que había dormido. Supuse que por eso había dormido más calientito.

Fuera del cuarto se escuchaban pasos y murmullos, era alguien hablando por teléfono. Salí lo más rápido que pude para solo encontrarme con él de nuevo, tenía mis chanclas y la ropa que le había prestado el día anterior, no lo recordaba sinceramente y me reí en silencio de él. Tal vez ayer estaba demasiado oscuro que no me pude percatar de lo chistoso que era mirarlo con mi ropa, a pesar de no ser de marca o muy de su estilo le quedaba bien.

Kuroo tardó unos cuantos segundos en sentir mi presencia que terminó por colgar y regalarme una sonrisa.

—Buenos días dormilón. —dijo burlonamente

—Suenas como mi mamá. ¿En donde está el desayuno?

—Oye, oye, ¿el desayuno? Puedo sonar como tu madre pero no lo soy. Además no tienes nada ahí dentro, si vives aquí ¿no?

—¿No hay nada en el refrigerador?

—No, deberías comprar víveres. ¿Quieres que vayamos juntos?

—No, no, Kuroo. Esta bien así, gracias; lamento no tener nada que ofrecerte pero podemos pedir a domicilio.

—Buhhh, ¡no! ¿Desayuno a domicilio? Creo que es peor que no desayunar.

—¿Preferirías ir a un restaurante? No tengo el tiempo ni el dinero, gracias. —respondí. —Creo que pude haberme preparado si hubiera esperado visitas.

—Sobre eso... —comenzó a hablar el pelinegro a mi costado —lamento haber llegado de repente ayer por la noche. Se que no eres del tipo de persona a las que les agraden las visitas.

Su tono era bastante apacible e incluso un poco ¿tímido? Sí, tímido. Parecía bastante apenado como si hubiera cometido un error, como si hubiera hecho las cosas sin pensarlas tanto.

—Tampoco soy un ermitaño —dije— ,me gustó tenerte aquí. Me gusta. Esta bien, no me sentí solo.

—Pensé que te gustaba tu soledad.

—No te confundas, amo mi independencia y mi espacio personal pero no siempre tienes alguien con quien hablar, me gusta sentirme acompañado.

En ese momento bajé la vista hacia el suelo en señal de que me ruboricé un poco pero no quise darlo a notar. Últimamente estaba apreciando los momentos más significativos con todo el mundo, con la gente que me importa: mis amigos, mi familia, incluso con la gente de mi trabajo. Cada compañía o más pequeño momento lo estaba atesorando, aunque claro no lo decía. Era algo que quería guardármelo personalmente.