Extra. En todas las vidas iré a buscarte

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En todas las vidas

Extra. En todas las vidas iré a buscarte.

Lionel Messi sabía que la vida era un cúmulo de sorpresas en cada paso que dabas.

Cuando era un joven en una escuela diferente conoció a Guille y se le hizo la persona más pedante de la vida y eso solo escondía el gran deseo que tenía de que tuviera su atención.

Esconder los sentimientos era lo que mejor se le daba y Guille lo sabia bastante bien.

Lo conocía de toda la vida para saber cuales eran las cosas que de verdad le molestaban y cuales solo eran una fachada que escondía lo que le daba pena admitir.

Recuerda bien que después de que Leo se volvió campeón en Catar, escondió en falsa molestia las ganas de estar con él para celebrar.

Guille jamás le negaría nada, pero Leo era demasiado tímido escondido en su propia concha para admitir las cosas en voz alta de lo que le causaba vergüenza.

Guille sabía bien que en esos momentos no debería de presionar demasiado sus botones ya que sólo lo encerrarían más en él mismo y sería difícil descubrir sus verdaderas intenciones.

Asi que cuando con la sutileza de una sierra lo tomó de la mano para llevarlo en un auto rentado hasta la habitación de Guille en un hotel ajeno a la concentración.

Guille se había quedado en el camino con su selección pero tenía un deber con Leo en ese mundial, así que se quedó hasta que su participación terminará, fue así que se volvió un civil más y se hospedó lejos para no estorbar en el proceso.

Pero ya eran campeones, desde este momento Leo era libre de hacer lo que le plazca y lo que más deseaba era que Guille escudriñara en las capas de su timidez y encontrara ese Leo que a veces era tan caliente como un sol de verano.

El tiempo es una de las causas que más dolor le dan y ya en sus pantalones de mezclilla sentía la presión de la ansiedad de no estar ni cerca de llegar al hotel.

Las manos calientes de Leo aun con el uniforme sucio de la selección Argentina viajaron de sus muslos a los de Guille acariciandolo hasta acercarse lenta y tortuosamente hasta el fruto de su deseo.

Guille tuvo que suspirar mirando hacia el frente, su espalda se tensó como cuerda de arco, lista para reventar o soltarse con la sensación de los dedos de Leo buscando un tesoro enterrado en las telas.

Faltaban algunas calles antes de llegar y sentía que iba a terminar chocando si Leo no se detenía, pero solo logró que se acercara con su aliento caliente y el cabello con olor a pasto empezando a besarle el cuello.

Que los dioses lo perdonen si se saltaba una señal en rojo o si no veía a un pobre transeúnte pero, la calidez del aliento de Leo lo estaba haciendo ver su suerte, la piel se le erizó y soltó un jadeo cuando los labios y la lengua de ese demonio de baja estatura comenzaron a jugar con los puntos sensibles de su cuerpo.

-Date prisa, nene, que no aguanto.

Que más quisiera que ese cacharro se moviera con más velocidad para llegar al hotel, secuestrar al capitán de la albiceleate por varias horas y con algo de suerte quedarse a vacacionar en alguna playa de ese exótico país.

Tal vez podrían hacerlo, pero ahora solo quería empotrar a Leo en el asiento, robarle el aliento y tomarlo como poseso hasta que no quede nada de ambos.

Guille necesitaba consumirse en el fuego que Leo emanaba con cada caricia y beso, se le estaba haciendo difícil pasar por los pasillo del hotel hasta su habitación y casi cayéndose en el mullido tapete por los besos necesitados que su esposo le estaban dando para dar paso a la fiesta.

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