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J O R G E
Curioso ante el líquido negro que se drenaba lentamente en la taza, deseé que fuera más rápido. Necesitaba un impulso de energía antes de tener que enfrentarme a la chica, Silvia, de nuevo. Estuve despierto la mayor parte de la noche tratando de descifrar todos los escenarios posibles para hoy. Ninguno de ellos había aliviado los latidos detrás de mis ojos lo suficiente como para dormir. Agregue la erección que se negaba a disminuir después de todo el asunto en la cocina y había estado empalmado durante horas. No fue hasta que finalmente cedí y metí la mano debajo de la sábana y me acaricié que pude relajarme lo suficiente.
No me había permitido pensar en ella cuando agarré mi polla por primera vez. Ella era una niña en una situación vulnerable y no importa cuánto traté de repetirlo e imaginar a la rubia con las tetas saltando de principios de semana, no funcionó. Mi mente se desvió hacia los ojos verdes cristalinos que me miraban como si yo fuera la respuesta. Cuando cerré los ojos y traté de concentrarme únicamente en mi inminente orgasmo, fue recordar su lengua deslizándose por sus labios lo que me hizo rechinar los dientes para contener mis gemidos mientras me corría.
Frotándome la cara con una mano, gruñí mi frustración.
-¿Noche difícil?
Me giré para encontrarla de pie en medio de la sala de estar con su pequeño vestido negro. Tenía las manos juntas frente a ella y parecía una niña jugando a disfrazarse ahora que le faltaban el maquillaje y los zapatos. Sus labios rodaron entre sus dientes y levantó sus cejas oscuras.
Me había hecho una pregunta y ahí estaba comiéndomela con los ojos.
-Estuvo bien.
Avanzó lentamente hacia la isla como si estuviera preocupada de que la atacara.
-¿Dormiste bien?
-Sí. Gracias.
-¿Te gustaría un café? -Casi grité de alegría cuando la máquina terminó con mi taza.
-Por supuesto.
-¿Cómo lo tomas?
-Mmm... no lo sé. Sólo lo he tenido cuando era gratis. Creo que le agregué un paquete de crema y un paquete de azúcar.
Mis manos se detuvieron sobre los botones asimilando sus palabras, encogiéndome de lo pobre que debe ser. La mayoría de la gente se las arreglaba para derrochar de vez en cuando, podía conseguir un dólar para el café de la gasolinera, pero luego recordé sus armarios vacíos.
-¿Te gustó su sabor?
-Era un poco amargo.
-Se me ocurrirá algo para ti. -Presioné el botón para preparar el café y giré-. Aquí hay algo de ropa para que te pongas hoy en el trabajo. Olvidé que tenía estos en un cajón, pero puedes tomarlos prestados hasta que podamos conseguirte tu propia ropa. Además, los cinco mil como prometí.