C a p í t u l o 15

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S I L V I A

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S I L V I A

-Buen trabajo Silv en la maqueta de marketing que me enviaste -dijo Carina cuando salió de la oficina de Jorge-. Puede que haya robado un poco del diseño para crear otro en el que estoy trabajando.

Los ojos de Jorge se deslizaron hacia los míos por encima del hombro de Carina. A pesar de lo frío que había sido conmigo toda la semana, algo parecido al orgullo brilló detrás de sus ojos ante el elogio de Carina.

-Sabes, si no te encanta trabajar con Jorge aquí, tengo un lugar disponible para ti.

Casi me derrito de mi silla. Cada vez que estaba cerca de Carina, la estudiaba, de una manera completamente no acosadora. Tenía confianza en sí misma y caminaba con poder y seguridad. Ella era todo lo que yo quería ser como mujer de negocios.

Estaba tan concentrada en mantenerme en mi asiento que casi me perdí cuando Jorge frunció el ceño mientras miraba la espalda de Carina. Se suavizaron cuando ella le guiñó un ojo por encima del hombro.

-Puedes cazar furtivamente en tu propia empresa, pero deja en paz a la mía. Además, Silvia está perfectamente feliz donde está.

Arqueé una ceja, pero no hice ningún comentario por la exagerada sonrisa que me dio.

-Déjame acompañarte.

Jorge desapareció en los ascensores y regresó en unos minutos. Esperaba que volviera con algo del humor que había mostrado hace un momento. Haría que el próximo fin de semana en el apartamento fuera un poco menos incómodo.

Habíamos retrocedido en nuestra tregua la semana pasada. Volvió a gritarme órdenes. El único lado positivo fue que las órdenes eran trabajo real.

-Silvia, tráeme un café.

Bueno, la mayor parte del tiempo era trabajo real.

Debería haber estado más enojada de lo que estaba. Enojada por cómo me había tratado el sábado por la noche. Pero aún sentía su dedo dentro de mí, estirándome. Todavía saboreaba sus labios y lengua sobre los míos. Todavía escuchaba su voz exigiéndome que le mostrara mis pechos. Y tenía mariposas revoloteando en mi pecho cada vez que lo miraba a los ojos y era difícil reprimir el deseo.

Entendí que estaba tratando de probar que la noche en el sofá no fue nada. Entendí que me estaba demostrando que era un mujeriego y no debería esperar más de él. Incluso insinuar el hecho de que me gustaría más había sido un error obvio. Me había perdido en el momento del orgasmo, mis labios se movían antes de que mi mente pudiera pensarlo. Había estado dispuesta a darle todo.

Luego se retiró. Y fue duro.

Incluso con la forma en que terminó la noche y lo avergonzada que me sentí por su rechazo, no me impidió fantasear. Nunca había fantaseado con un hombre antes. Nunca me había sentido lo suficientemente segura como para considerar estar cerca de alguien. Y a eso se reducía todo: me sentía segura con Jorge. Me sentí lo suficientemente segura como para cerrar los ojos e imaginar tener intimidad con él.

Mi SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora