La vida era gloriosa para el capitán del Rose Quartz quien abordaba con violencia seguido de sus leales hombres al galeón carguero, tirando a muchos por la borda disparando a bocajarro, blandiendo su sable con maestría lo justo y necesario mientras se habría paso por la cubierta hasta las escaleras de la bodega, guiando a sus camaradas por el botín mientras él, como de costumbre, prendía fuego a las velas del barco y reía con malicia mientras caminaba tranquilo en medio del caos, luciendo su ropaje aterciopelado de color pasión, supervisando de reojo que los víveres, el alcohol y la mercancía no dañara la cubierta noble de su tan querida bergantín, su niña, el precioso tesoro de su vida, aquella nave tan rápida como el viento, firme como los continentes y con tanta historia como experiencia en saqueos tiene nuestro protagonista.
Vociferaba a viva voz con poca amabilidad las órdenes, acarreando a tirones algunos rehenes que serían puestos a esclavitud, los más jóvenes y saludable para que su vida sea longeva como sirvientes, mirando altanero como los amarraban al palo mayor y golpeaban más que a simplemente uno. Sonreía glorioso, levantando el puño con fervor y riendo, volviendo su silueta a paso firme hasta el timón de su propio navío con la mirada en alto fija hacia la bandera, aquella a la cual únicamente respondían: la propia, la Rolly Roger como se le decía en el mar.
- ¡Perros sarnosos, es hora de partir! -Y dicho esto se disponía a girar el mando hacia babor, escuchando el silbido agudo del muchacho menudo que se encontraba en la cofa, avisando que la mayoría de los hombres se encontraban a bordo, para proceder la retirada con confianza.
El abordaje y saqueo había sido un éxito, no solo mercancías y especias se habían hecho, sino algunos litros de ron y víveres, lo que les otorgaba unas semanas más de surcar por el mar antes de tener que pasar por puerto a asaltar tierra firme. La vida era simplemente gloriosa para el barbón.
- Alfred -llamaba el segundo al mando, un tipo fornido de melena risada- te he traído un engañito del galeón portugués, para que decores tu cámara con algo más que el perfume de alguna cortesana -reía divertido, con ese torno peligrosamente amable que tenía, engañoso para cualquiera.
- Así que esa estupidez estabas haciendo mientras los demás cargaban el navío, imbécil.
- A ver perro culiao, ¿andas feliz, por lo que parece? -reía divertido, desplegando una carta de navegación portuguesa.
- ¿Además de las cartas y la placa del navío no se te ocurrió traer una mujer a bordo? -murmuraba, arreglando su chaqueta desentendido del mando por unos momentos.
- Esas cosas son de mala suerte en el mar, tú sabes -reclamaba a regañadientes, posando su brújula plateada sobre la carta, guardando ésta en su bolsillo con rapidez y tomando el mando- ¿vamos a seguir nuestro curso hasta las aguas caribeñas?
- Quisieras, tengo una idea mejor -y sin decir más que una indicación hacia el frente, soltando la latitud y los grados para dirigir el barco, tomó posesión de las cartas portuguesas dispuesto a encerrarse en su recámara para estudiarlas y perseguir a la flota completa de galeones cargueros. Era algo ambicioso, sí, pero sin duda llegarían hasta las joyas traídas del nuevo mundo.
Su cuarto era el único que poseía una cama amplia; la iluminación era tenue, casi romántica, la madera brillaba dorada ante los finales, faroles de aceite, que casi siempre permanecían encendidos ante su necesidad por encerrarse y trazar destinos nuevos, leer las cartas y comparar los tantos mapas que habían saqueado de diversos navíos. Ensimismado en su trabajo no tuvo tiempo de quitarse el chaquetón o sentarse, simplemente tomó un lápiz y la regla paralela, observando la carta que tenía en frente y sobre el escritorio, trasladando el rumbo.
- Hace falta un piloto... -murmuró para sus adentros, pensando en recluir algún letrado a la fuerza, un ilustrado que se encargase de éste trabajo matemático y geográfico que tantas horas le quitaban a sus días.
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Rosa de los Vientos
FantasyPirate!AU | Ambientado en el siglo XVIII | Una historia que narra la cruenta vida sobre los océanos y el vulgar quehacer de aquellas crueles almas que aún deben navegar como fantasmas, sin derecho a piedad o compasión por sus actos, sin derecho a am...