Nicolás entendió que pudo prever muchas cosas de los piratas, y esperar un millón más, pero que nada lo podía preparar para esos actos vandálicos. Nada previó ese día realmente: ni con la información que poseía se esperó que el abordaje al carguero de su nación sea tan cruento y rápido, ni con lo ya vivido, ni con todo lo anteriormente esperado. De primera, unas flechas llovieron hasta las velas principales que pronto se consumieron por completo, persiguiendo el barco desde un ángulo ciego de los cañones enemigos. Y aún había más detalles que contar, más horrores que narrar, cosas que no era la primera vez que las observaba pero sin duda alguna sintió el mismo trago amargo al presenciarlas. El galeón tenía su destino escrito en el momento que intentaron huir hacia un barco sin bandera, que pronto izó la rosa acuchillada, la misma tela negra que al parecer toda la fragata a manos del rojo poseía.
Todo ocurrió demasiado rápido para un confinado a la cabina del capitán, ya que según el elegante malechor sería "poco ético que te toque asesinar a tus compatriotas, o que tu inexperiencia te matase; no seas ingrato, estúpida imbécil, lo hago por ti". Como si fuera diferente estar encerrado en ese cuarto hasta que los cañones cesen sus disparos, como si así cesara el malestar en su conciencia, como así pudiera ordenar sus pensamientos con mayor facilidad. Como si hiciera alguna diferencia.
El muchacho de piel arena husmeó apenas los disparos cesaron, admirando el diestro abordaje de quienes saltaban, por ambos costados del galeón, para dar cruda muerte a diestra y siniestra. No era un espectáculo agradable, repito, independiente que sea la segunda vez que lo viviese, no se encuentra convencido de éste quehacer, por muy amable que haya sido la tripulación estos últimos días, por más que en ese desagradable humor de persona hubiera encontrado una compasible herida. No quería creer eso, prefería quedarse con la imagen del pirata mirando al horizonte enojado contra el mundo, con esa expresión dolorosa y relajada a la vez, firme en el timón como firme se encuentra ahora, recién preparando el único disparo que parecía necesitar.
Instintivamente había trepado obenques para ver el espectáculo, fijándose en como el barbón posaba firme su mano sobre el hombro del capitán de esa nave de velas miel que ayudó en la captura del galeón ibérico.
— Oscar, querido amigo.
— ¿Me extrañaste, comodoro bebé?
Nunca nadie le había hablado con tanta insolencia al rojo, y aunque creyó estar a punto de presenciar una brutal matanza entre capitanes de navío, escuchó una risa soberbia de ambos y luego un abrazo distante.
— ¿Quién te crees, bestia inmunda, sarnosa y zángana? Agradece que dejé a Ágata en tus manos y te perdoné la vida.
El pirata de pañuelo en la cabeza reía más calmado, callando sus palabras, respetando la autoridad de su amigo frente a toda la tripulación— Bestia Negra para ti, como siempre, Alfredo.
— Alfred, sucia rata española.
Si eso era amistad, todo lo demás era locura.
El capitán de sombrero emplumado se paseó tranquilo, bajando su pistola lentamente mientras dejaba que su aparentemente amigo se encargase de dirigir unas cuantas animadoras palabras a los tripulantes que se encontraban, aún, con vida, aunque amarrados y apresados, arrodillados en su humillación y dolor.
— ¡Inmundos portugueses! Les hago esta generosa oferta de tres botes y séis raciones de comida a cambio de que vuestra perra capitán sea tan amable de decirnos en qué carguero viene el oro del nuevo mundo. No es mucho pedir.
El portugués de amarela chaqueta fue obligado a alzar su rostro por el tironeo de su cabello, permaneciendo de rodillas, amarrado por la misma soga que unía a los sobrevivientes de la tripulación contra el palo de mesana, el poco número que quedaba.
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Rosa de los Vientos
FantasyPirate!AU | Ambientado en el siglo XVIII | Una historia que narra la cruenta vida sobre los océanos y el vulgar quehacer de aquellas crueles almas que aún deben navegar como fantasmas, sin derecho a piedad o compasión por sus actos, sin derecho a am...