#5; Doblón de Oro

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Hay quienes dicen que cuando uno se encuentra en la miseria hasta lo prometido es deuda, más si tu situación es de aquellas como la de nuestro protagonista: un desdichado don nadie que en estos momentos no quiere otra cosa que un trago de cerveza y ser parte de la juerga. Aunque quiso pasar desapercibido, apenas dio un paso en aquella bodega que llamaban comedor escuchó como intentaban llamar su atención desde dos mesas unidas repletas de alcohol y carne salada.

— ¡Novato! —era la profunda voz del capitán de Ágata, que al parecer se creía en autoridad de ordenar a alguien que no fuera de su tripulación. 

— Oye po' Nico, acompáñanos —llamaba mucho más amable el muchacho rubio y delgado que bebía de un cervecero el doble más grande que su mano. 

El moreno se acercó en silencio, sin poder mirar a ninguno a los ojos. 

— ¿Así que tú eres la perra del Alfredo? No sabía que había abordado el otro buque —reía insolente, bebiendo grotescamente, mojando su barba azabache con abundante cerveza para luego golpear con firmeza la mesa. 

— No soy perra de nadie —contestó irritado, tomando un asiento con insolencia en la mesa— Mi nombre es Nicolás y no soy parte de la tripulación, así tal cual. 

El capitán guardó silencio divertido, clavando su ojo diestro en el semblante canela que no presentaba miedo. Pasaron unos segundos antes que volviera reír— una máquina este chico —murmuró acercándole una botella completa de ron y dándole amistosos golpes en la espalda que sacaban hasta la última presencia de aire en los pulmones del portugués. 

— Si le he dicho que es uno de nosotros pero no me quiere creer, oh, salio chúcaro —el más alto de rulos decía amistoso, bebiendo ron puritano y masticando unas tiras de carne seca— si fuera esclavo no estaría aquí, y si fuera cualquiera dormiría en un coy pero Jaimelen lo tiene encerradito en su habitación. 

Quería protestar, pero no podía hablar entre esas risas y conversaciones excluyentes. 

— ¿Y qué hace la loca? —al parecer, como se iba dando cuenta, el llamado Bestia Negra descalificaba a quien pasara frente a sus ojos.

— Si el weón es seco po', si sabe como usar el labioastro, el estante sexy y los mapas. 

— Astrolabio, sextante y cartas —corrigió al menor del grupo que ya parecía estar ebrio, riendo junto con todos los presentes en la mesa y los puestos vacíos. 

A medida que el litro de ron bajaba, más amena le parecía la charla bestial que tenía el grupo de amigos, sintiendo casi como si fuera parte de ellos, como que el alcohol pudiera borrar ese estatuto de próximo traidor. Contestó varias preguntas, comprendió varias cosas, aprendió que al parecer se dirigían a puertos piratas anglosajones para abastecerse y partir a las américas, que hace poco habían saqueado áfrica y ahora gracias al nuevo navío podrían trasladar todo ese tesoro. 

Cuando creyó prudente, quiso preguntar algo, integrando su voz a la conversación de forma ingeniosa— Oigan chiquillos —dijo confiado, astuto como un zorro— ¿y qué planean hacer una vez que termine con las cartas, si es que las termino?

El más ebrio habló, gesticulando con las manos— Yo cacho que el Jaime te va a dejar ir, si ese weón es re-desequilibrado; dice que no le sirve alguien que esté contra su voluntad en su tripulación.

— Que van a intentar traicionarlo, si ese weón duerme con una bala bajo la almohada —mencionó tranquilo quien conocía más al capitán. 

— Querrás decir una bala metida en la raja. 

— Tú dormirás así, guatón asqueroso, si ocupas como dos asientos ahora mismo —habló el aludido que venía con el brazo izquierdo inmóvil y un vino tinto en la mano. 

Rosa de los VientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora