El cuarto

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—¿Qué pasó? —me preguntó Joe.

Mi mirada se oscureció. No quería hablar al respecto, pero al menos pensaba que él debía saber lo que estaba sucediendo.

—Creo que esta noche está arruinada, Joe.

Su mirada se enfocó en mí, así que no me quedó de otra que verlo a los ojos. Una pequeña sonrisa se apoderó de mis labios y él solo se sonrió de lado. Esa sonrisa me demostró algo que no supe lo que era, lucía bien en su rostro. Sus expresiones se veían muy bonitas.

A lo lejos, vi llegar a Jamie, no lo dudé y salí corriendo hacia él. Me lancé a sus brazos y me agarró, me hizo girar como a una princesa y, por primera vez, sentí que Keery había desaparecido de mi vida y pensamientos. Éramos mis amigos y yo, ni más ni menos.

Cuando mis pies tocaron tierra firme, sentí que la cabeza me daba vueltas, así que me agarré del brazo de Jamie. Empezamos a caminar rumbo a Joseph y ahí hablamos de la nueva temporada que estábamos grabando de Stranger Things. Ellos tenían los mismos comentarios que yo hacia lo que habíamos filmando y me agradaba poder compartir esos momentos y palabras con ellos. El diálogo que teníamos siempre era divertido y me hacía sentir bien. No había nadie más que nosotros tres hablando de nuestros trabajos.

Estábamos justo por sentarnos en una de las mesas libres cuando tuve que ir al baño. Me alejé de ellos y me puse a buscar uno, no tardé demasiado en encontrarlo. Me adentré; lavé mis manos; las sequé y realice mis necesidades. Volví a lavar mis manos y secarlas para luego salir.

Caminé rumbo a la mesa en la que estábamos antes, pero mi cuerpo chocó contra el de una persona. Me separé con cuidado y él hizo lo mismo. Era alto y tenía un acento inglés muy marcado. Observé quien era y, al ver sus ojos color azabache, mi mundo cayó a mis pies: era el mismísimo Ben Barnes.

—Lo siento mucho... —Susurré apenada.

Él me miró a los ojos y sonrió.

—No te preocupes.

Simplemente, se marchó.

Volví a la mesa y les conté a los chicos lo que había sucedido. Ambos se rieron, ya que les resultó divertida mi experiencia. No los culpo, fui un poco tonta.

—¿Viste quién está ahí? —preguntó Jamie.

Observé a los lados, pero no encontré nada hasta que él me acomodó la cabeza para que me enfoqué en una persona en particular: Joseph David Keery.

Me puse de pie para salir de ahí.

El simple hecho de ver a Keery me desanimó de inmediato. Se suponía que no iba a ir a la fiesta, pero estaba ahí. Estaba con nosotros. Solo esperaba una cosa: que no se diera cuenta de que estaba ahí en ese momento.

Por supuesto, sabía que era imposible. Se suponía que íbamos a pasar desapercibidos, pero ese plan ya quedó atrás. No había modo de que eso sucediera. Sin duda, la noche será una de las peores que podre tener.

Solté un suspiro de mis adentros y acomodé mi cabello castaño a un lado, Joseph me miró con una pequeña sonrisa sobre sus labios y se acercó. Sentí su aliento mezclarse con el mío, pero me alejé. ¿Por qué me alejé? ¡Qué demonios!

Empecé a caminar cuando, de repente, sentí que alguien me jaló del brazo. No siquiera pude ver, ya que me metió a un cuarto y estaba todo oscuro, sentí unas manos grandes y firmes en mi cadera, apretaron un poco, pero me soltaron de a poco.

Intenté focalizarme, ¿dónde estaba? ¿Quién era ese? Llevé mis manos a sus brazos y lo intenté empujar, pero me aferró a su cuerpo. Lo sentí, ya había sentido ese cuerpo antes. Cerré los ojos y mis sentimientos me guiaron, reconocí su olor, su peso, su calor, lo recordé por completo. Me quedé ahí; estupefacta; quieta: inmóvil. Sabía que debía hacer que me suelte y salir de ahí, pero no pude. Esto era más fuerte que mi razonamiento: mi mente me decía que me alejara, mientras que mi cuerpo me pedía a gritos que me quedara. No era consciente, ¿o sí?

—Esto... Esto está mal —dije con un tono serio.

Llevé mis manos a sus hombros, pero él subió las suyas y me agarró por las mejillas para intentar unir nuestros labios. Sin embargo, me alejé y no pudo hacer mucho. Se estiró y tomó mi cintura, a lo que mi cuerpo giró, mientras que abría la puerta y un flash me aturdió. De inmediato, me metí de nuevo en la habitación y lo miré, entendiendo la luz.

—Un pap... —no pude ni siquiera decirlo.

Sus labios impactaron contra los míos, me quedé paralizada, estática, petrificada: inmóvil. Cerré los ojos, disfruté la manera en la que sus labios se movían lento, suave, acariciando los míos de ese modo tan... Estaba perdida. Se separó de mí, me miró a los ojos, estaba por irse, pero lo tomé del brazo y negué, cerrando la puerta con mi mano libre. Me acerqué hasta acorralarlo contra aquella puerta de madera, el sonido de su espalda golpeada, llegó a mis oídos y una pequeña sonrisa se apoderó de mis labios. Me acerqué solo un poco y él llevó sus manos a mis caderas, apretó un poco, luego me pegó a su cuerpo y esta vez fui yo quien unió nuestros labios. Sin embargo, el movimiento era muy diferente: rápido, descuidado, desesperante...

—Joe... —Susurré sobre sus labios.

Cuando reaccioné a lo que estaba sucediendo, llevé mis manos a su abdomen y lo aparté negando.

—¿Qué pasó? —cuestionó con sus labios en la piel de mi cuello.

—Esto está mal, basta, no... —Lo alejé.

Él me miró a los ojos y asintió. No me insistió, pero su mirada me hablaba y lo que decía era muy diferente a lo que estaba haciendo.

—Yo... Perdóname —dijo, alejándome para salir de ahí.

Me quedé un rato procesando todo lo que había sucedido.

Llevé mi dedo índice y medio a mis labios, una pequeña sonrisa se apoderó de mis labios y sentí algo dentro de mí... ¿Qué era eso?

Fake news [Joe Keery]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora