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⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯ ❒ KIDS
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❛ capítulo diez ❜
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LUEGO DE ESA NOCHE DE CAMPAMENTO bajo la lluvia, en pleno bosque y en medio de la nada, Leah y Barry habían vuelto a la cuidad, procediendo a seguir con la cotidianidad de sus vidas.
Aquel intenso momento que vivieron con el otro se encontraba allí, entre ellos, aún latente, intacto, y con palabras estancadas en sus mentes, las cuales parecían no ser necesarias. No fingían que aquello no había ocurrido, puesto que no se arrepentían ni avergonzaban, si no que cedían ante su existencia debido a la naturalidad del suceso.
Era así de simple. No se martilleaban la cabeza intentando buscar un porque a la situación. No lo necesitaban. Ellos sabían que era lo que sucedía, lo que sintieron y como afectaba aquello a la relación que mantenían.
Simple. No afectaba en nada.
Eran Leah y Barry, tal como siempre habían sido y serían.
Ese día en particular, era exactamente igual a ese domingo usual del mes en el cual los James y los Allen se reunían a desayunar, almorzar y pasar el día juntos en casa de una de las familias.
Esta vez tocaba la casa de los Allen. Así que allí se encontraba Leah, junto a sus padres, los tres de pie en el porche de la casa de dos pisos que llevaban años frecuentando esperando a que la puerta fuera abierta tras el toque de timbre.
Leah sostenía una tarta de fresas en sus manos en su respectivo molde, mientras que su madre, Joana a su lado, sostenía una tarta de manzanas, y su padre por su parte llevaba un botellín de vino en sus extremidades. La primera para desayunar y endulzar la mañana con algo apetecible. El tercero para acompañar el almuerzo, y la segunda para acompañar luego de este.
