LO SIENTO, AMBROSIUS

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Cuando me desperté al día siguiente tuve la extraña sensación de que todo andaba mal. Pero no fue hasta que no vi a Bal en el entrenamiento cuando mis alarmas empezaron a incendiarse en mi cerebro.

Ay, madre. Le había besado. Y no sé qué es peor, si que hubiera sacado el valor para cometer semejante traspiés, o que me hubiera quedado dormido al segundo sin haber sabido si había alguna posibilidad continuar el beso.

Y lo peor es que ni siquiera tenía en mente como había sido, o que le había dicho. ¿Del 1 al 10 cuánto ridículo habría hecho como para que Bal no se presentara a un entrenamiento?

Bal y entrenamiento eran sinónimos. Así estaban de mal las cosas.

El problema realmente no era que hubiese faltado ese día. Tengo que reconocer que, aunque a mi yo obsesivo que se pasaba el día pensando en él le hubiera encantado que viniera para poder mirarle de reojo durante todas las clases, la parte más racional de mí se sentía casi aliviada por tener un tiempo para pensar en lo que había ocurrido, sin distracciones hormonales, obsesivas ni románticonas.

El problema comenzó cuando también faltó al día siguiente, y al siguiente. Se acercaba el fin de semana y Ballister no daba señales de vida. Ya no sólo faltaba a las clases, sino que se le veía el pelo en ninguna de las comidas, al menos en las horas en las que literalmente todo el instituto desayunaba, comía o cenaba. Y los profesores tampoco le mencionaban o preguntaban por él, imagino que por qué estarían avisados de su ausencia. Pero todo seguía siendo muy raro.

¿Que le pasaba a este chico? ¿No existía? ¿Me le había inventado? Sinceramente, con la imaginación tan audaz que tengo no me extrañaría haber creado en mi mente al chico perfecto solo para que me rechazara y me hiciera el mayor ghosting de la historia. Sería muy típico de mí, de hecho.

Ante tal panorama, lo admito, me preocupé y sobrepensé diversas teorías, a cada cual más preocupante, así que mi parte obsesiva que no paraba de pensar en él y se moría de ganas por verle entró en acción.

Después de cenar el tercer día de su ausencia, me "despisté" intencionadamente de mi grupo habitual por los pasillos de camino a las habitaciones, y acabé llegando hasta su habitación. Mi primera idea era llamar, entrar y cantarle las cuarenta por desparecer de la nada, pero no me atreví.

En su lugar, no se me ocurrió otra cosa más patética que esconderme en la columna que había al lado de la puerta de su habitación y quedarme dubitativo esperando a que alguien saliese o entrase. ¿Tenía que comer, no? No podía haberle dado tanto asco mi beso como para dejar de tener necesidades vitales, ¿Verdad?

Si no, alguien tendría que llevarle la comida, o tendría que salir para alguna otra cosa. No podía quedarse en esa habitación para siempre.

Mi deseo no se hizo esperar mucho. Ni siquiera llevaba media hora rumiando y especulando sobre los posibles futuros de Ballister cuando la puerta de su habitación se abrió. Por el ruido y los pasos pude reconocer que efectivamente era él (no soy ningún psicópata, ¿Vale? Solo una persona muy observadora), así que en cuanto pasó por la esquina donde estaba la columna en la que me había ocultado, agarré su abrazo y la atraje también a él a mí escondrijo.

Su cara, cómo podéis imaginar, reveló una confusión absoluta y no pareció la sorpresa más agradable de su vida.

-¿A tí que te pasa, eh?

-Ambrosius... -Dijo él, casi en un susurro. Por la impresión que me dio, titubeaba un poco. Pasados unos segundos, su actitud cambió completamente por una más directa y cabreada. -¿Qué te pasa a ti? ¿Me...me estabas espiando?

-No, no es justo contestar a una pregunta con más preguntas. Así que te toca a ti. ¿Qué haces? ¿Por qué no vienes a clase?

-Es que... He tenido que ponerme al día con unos trabajos y he estado entrenando por la noche.

Lo dice con la mirada baja como quien sabe que es culpable del crimen. Del crimen de mi corazón.

-Ja. - Hago una mueca socarrona. -¿Y ya está? ¿Eso es todo? ¿Y tú ausencia en las comidas? ¿De que te has alimentado, de archivos Word?

-Es que...me he traído la comida a la habitación para poder estudiar mientras tanto.

-Pobrecito... Que chico más responsable... - Y os juro que la colleja que le doy a continuación me sale sola, porque de lo contrario....mira, que narices, con lo cabreado que estaba se la habría dado igualmente.

-¿Pero qué....qué haces?

-¿Tu sabes todo lo que se me ha pasado por la cabeza? Pensaba que podías estar enfermo, o traumatizado, o herido...yo que sé. Y tú vas y me dices que has estado haciendo trabajos. - Me cruzó de brazos, muy digno, sin intentar disimular mi molestia. - Sinceramente, ni si quieras mereces que me preocupe por ti.

No mentiría si dijera que no esperaba que Bal continuase la pelea y seguir teniendo esa discusión sin sentido. Algo en mí quería pelearse con él. Supongo que la impotencia de haber tenido que reprimir mis sentimientos ante su ausencia de estos días.

Pero esos deseos se fueron al traste, porque lo único que hizo Ballister fue abrir sus ojitos de gatito abandonado y luego bajar la mirada arrepentido.

-Lo siento. Yo...debería haberte dicho algo, pero...lo siento mucho.

Le abracé de forma instantánea, aunque luego me fuese a arrepentir. Estaba claro que sí estábamos como estábamos era porque el beso había significado algo para ambos, y eso me daba una pequeña pizca de esperanza.

Disfruté cada segundo de nuestro abrazo, que a Ballister le pilló algo desprevenido, para variar, pero para mí era algo que necesitaba hacer hace mucho tiempo. Inhalé su aroma con la cara enterrada en su cuello, y cuando la circunstancia empezaba a ponerse rara y tuvimos que separarnos, mi mano derecha se quedó posada sobre su mejilla, dándole una suave caricia a la que Ballister cerró los ojos con algo de... ¿Culpa?

También vi un rastro de culpa en él cuando tras separarnos del abrazo nos quedamos muy cerca el uno del otro, aunque la emoción del momento me hizo no darle demasiada importancia.

Mi mente solo tenía espacio para procesar que los ojos de Ballister estaban mirando mis labios y hacían el amago de acercarse. Sin llegar a besarnos, para mí desilusión.

Al final, me pudo la impaciencia y llevé mis manos a la tela de su camisa para atraerle más hacia mí.

-Si lo deseas, solo hazlo.

Y, contra todo pronóstico, Ballister me hace caso, porque cuando me doy cuenta sus labios están pegados a los míos y estoy contra la pared de la columna, arrinconado frente a él y su beso.

Esta vez aprovecho que no he bebido para darle la pasión que eché en falta la noche anterior, y añado mi lengua a nuestro baile para hacer nuestro encuentro más apasionado.

Creo que Bal nota lo desesperado que estoy porque ni siquiera soy capaz de decidir dónde tocar o qué acariciar. De su camisa paso a su cuello, a esconder mis dedos entre su pelo moreno, a sus mejillas y de ahí de nuevo a su chaqueta pasando por sus hombros.

Él se dedica a apreciar con sus manos mi espalda y mis caderas, ante lo que eventualmente suelto algún gemidito de placer. Si ya me siento así con Bal con solo un beso no quiero pensar como me sentiré cuándo...

-No, no...no podemos hacer esto. - Y se separa de mi como si le hubiera dado un calambre, o como si mi piel quemase.

Y vuelvo a verla, ahora mucha más marcada en sus ojos.

La culpa.

Caballeros de GlorethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora