Buscando la luz

35 2 0
                                    

No pude dejar de pensar en la noche anterior, como cuando un ave vuela por primera vez; sentí que era libre y que podía volar en este cielo infinito. Aunque mis ojos estaban cerrados, aún podía ver los colores de tu ser, esos colores que me acunaban cual bebé.

Cada vez que hablaba contigo, esos colores se hacían tan luminosos. Mis días tenían una mejor cara gracias a tus palabras; logré experimentar esta sensación tan extraña gracias a ti. Los días pasaban, las palabras se acababan y tu luz se hacía cada vez más opaca. Desde ese momento, nunca más dejaría que esa luz se apagase.

Con mis dedos temblando, logré invitarte a cenar. Cada segundo de espera era un martirio; los segundos se volvieron minutos y los minutos se volvieron horas. Cansado de esperar, pensé en olvidarlo, pero como siempre, tú estuviste adelante; tu respuesta fue tan cálida como siempre con tus palabras difíciles y ese característico sentido del humor. Cuando aceptaste, mi corazón volvió a latir; sentí como mi piel se erizaba con tan solo leer tu mensaje. Desde ese instante, no dejé de contar los segundos para verte.

Las horas pasaron, la mañana se acercaba y yo no dejaba de contar. Por primera vez, utilicé el viejo traje de mi padre con una corbata rojiza y mi maletín color marrón. Me dirigí al restaurante donde solía comer con mi madre. Al llegar, tomé la mesa con la mejor vista del lugar y me dediqué a esperarte. Pasaban los minutos y no aparecías; me puse a pensar "tal vez lo habrá olvidado", pero como un ángel, apareciste para dar luz a ese lugar. Mi corazón palpitó tanto que pensé que se saldría de mi pecho. Con tu gran sonrisa, te sentaste delante de mí.

Me contaste que estabas muy emocionada por esta reunión y comenzaste a relatarme tu trayecto hacia este lugar. Cada vez que hablabas, el mundo se ponía tan silencioso y todo a su alrededor explotaba y se convertía en mariposas. Cada palabra tuya me inundaba en una paz indescriptible.

La noche pasaba con normalidad, aunque de un momento a otro, el aura cambió drásticamente como si de un rayo se tratase. La frase "sabes, quisiera que pasemos más tiempo juntos" me estremeció por todo mi cuerpo. Mi corazón empezó a estallar; aunque en mi mente tenía tantas respuestas, no pude vocalizar ni una sola palabra. Durante dos minutos con cincuenta y cuatro segundos y treinta y siete milésimas, hubo un silencio sepulcral, pero armándome de valor, logré decirte que sería espléndido reunirnos más veces.

Desde ese momento hasta el fin de la noche, en mi mente no dejaba de retumbar mis palabras. Creo que nunca seré alguien que logre comunicarse de la mejor manera.

Siendo las doce y media, tú decidiste retirarte. Recuerdo vívidamente cómo me abrazaste y te alejaste. Tu luz se iba, pero aun así, tú dejabas tu rastro, el cual iluminaba mi corazón. Siempre he creído que todo tiene un propósito y por eso, desde ese momento, no dejaría de buscar la luz que tú tenías, y si fuese necesario, yo cambiaría solo para tenerte a mi lado.

De ese modo, se terminó la noche como un soldado que cumplió su deber. Logré descansar en paz.

Las ataduras de un corazón jovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora