Al alejarte de mi lado, no pude evitar ver tus bellas pisadas que iluminaban esa obscura vereda. Fue glorioso ver cómo tu pelo brillaba con la luz de la luna. Quedaba atónito con el fuego que emanabas, una luz que prende el corazón y lo ilumina, tal como un viejo farol que, al ser expuesto a tu fuego, se rejuvenece y vuelve a ser vigoroso.
Mi mente no dejaba de pensar. El camino a casa fue interesante; cada paso que daba me recordaba cómo tu sonrisa iluminaba con esos colores tan elegantes y brillantes. Con cada pisada podía recordar vívidamente tus palabras que transmitían calma, cómo con tan solo hablar podías formar una sonrisa en mi cara. La calle obscura y destruida de mi barrio se transmutaba en un hermoso camino de rosas y grosellas con tan solo recordar tu bella cara.
Al llegar, la casa se sentía llena de vida, como si tú estuvieras aquí conmigo. Las ventanas brillaban y estaban iluminadas; los cuartos olían a tulipán. Las gradas viejas y anticuadas se convirtieron en gradas blancas con bordes dorados. Al llegar a mi cuarto, pude notar una pequeña brisa que logró refrescar esa habitación. Con cada paso que daba, lograba ver tu espléndida silueta que me acompañaba cual ángel; tu silueta me acompañó aquella noche.
Al acostarme, no pude dejar de sentir esa extraña sensación que me convertía en un pequeño niño que te veía con admiración. Al cerrar mis ojos, pude verte y logré contemplar tu belleza de nuevo. Cada vez que recordaba lo que sucedió esa noche, mi corazón daba vueltas y se estremecía ante tu presencia.
Mi mente se estremecía, pero algo me dejó inquieto. Luego de que pasaran cuatro horas con cincuenta minutos, empecé a recordar la conversación, algo muy especial es de destacar. Realmente, nunca he sido alguien que se dé bien en conversar, aunque intenté con todas mis fuerzas, mis respuestas seguían siendo cortantes, aunque tus palabras lograban cambiar el rumbo de esa conversación.
En mi mente, no dejaban de pasar todas mis respuestas, mis preguntas. Desde ese momento, no dejaba de lamentarme porque no podía lograr que ella sintiera la misma luz que me daba al hablar. Cada minuto recordaba las palabras; en mi mente, no dejaban de pasar posibles situaciones. No dejaba de pensar: "¿Por qué no pude hacerlo mejor?" Me atormentaban mis palabras y no podía dejar de pensar en todo lo que podría haber pasado.
Me carcomían mis acciones, pero aun así, tu silueta no desaparecía. Logré entender que contigo mis palabras brotaban y por eso me prometí que intentaría hablar todo eso que pienso.
Esa noche terminó y por fin logré descansar. Tú nunca dejaste de aparecer en mis sueños desde ese momento. Tú nunca dejaste de iluminarme con tu silueta. Tú nunca dejaste que mis palabras se agoten.
Y así, logré descansar hasta la mañana siguiente.
A la mañana siguiente, recibiría una noticia que me pararía el corazón. Las palabras que provocaron esto solo fueron: "Hola, ¿quisieras salir esta tarde?" Mi corazón dio saltos y, sin dudarlo, te respondí.
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Las ataduras de un corazón joven
RomanceLa vida de un joven, tomara un cambio drástico al conocer a "su chica perfecta" durante esta travesía, el se dará cuenta de todo lo que eso conlleva, de esa manera experimentando la realidad del amor.