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—Muchas gracias — Selene sonrió cálida cuando los aplausos inundaron sus oídos al terminar de cantar.
Bajó del pequeño escenario, el cual era una simple plataforma, siendo recibida por el dueño del bar. —Selenita querida, mira cómo se llenó de gente— el hombre la miró con emoción y le extendió un sobre. La castaña lo abrió levemente, observando los billetes, y sus ojos se abrieron sorprendidos. — seguí así, tu voz es arte nena—,elogió mientras le daba un leve apretón en el hombro antes de irse.
Las festividades de verano se acercaban, y Selene quería ahorrar un poco para comprarles regalos a sus amigos. Aunque se le estaba complicando un poco, ya que también debía pagar la mitad de los gastos de la casa de su primo. A pesar de que él insistió en que no era necesario, ella quería ser justa y contribuir con lo que pudiera, como la luz, el agua, etc.
Guardó el sobre en su mochila y, con su guitarra en mano, comenzó a caminar hacia la casa de Facundo, quejándose del calor de diciembre. A pesar de las altas temperaturas, la emoción y la gratitud por el gesto del dueño del bar la mantenían animada.
Metió la llave que su primo le había dado en la ranura abriendo la puerta y cerrándola detrás de ella. Dejó sus cosas en el sillón de la sala frunciendo el seño extrañada al escuchar la música tan alta desde la oficina improvisada de Facundo.
No era sorpresa escuchar música en casa de el muchacho, pero casi nunca solía tener tanto volúmen cuando prácticaba.
Caminó hacia la habitación tocando la puerta sin obtener respuesta alguna decidio entrar.
Se quedó estática al ver la silueta de Valentín sentado en el pequeño sillón con un micrófono en su mano mientras las manos de Facundo eran ocupadas por una guitarra electrica con su caja rítmica en la mesa.
El sonido se cortó cuando ambos chicos se dieron cuenta de la presencia de Selene — ¿Valentin?— preguntó como si no fuera lo más obvio.
