En la misma plaza del día anterior, Dani paseaba a Ditto con la vista atenta. Quería saber si de por casualidad la chica de ayer también estaba ahí.
Llegó a la misma hora. Hizo el mismo recorrido. Y aunque el parque estaba igual de lleno que ayer, aquella muchachita de risa tímida no estaba por ningún lado.
A las cinco y media de la tarde suspiró rendida, dándose cuenta de que Haerin no aparecería.
Era una estupidez lo que estaba haciendo, pero en serio le gustó mucho como para ridiculizarse de esa manera.
Recuerda a la perfección sus ojos rasgados, igualitos a los de un gato. Su cabello largo y perfecto cayendo como cascada por sus hombros. Todo de esa niña era perfecto.
—Vamos, Ditto, hoy no es el día de suerte —cogió con más fuerza la correa, avanzando para el lado de su casa.
El resto del camino se fue con un puchero en los labios, entre triste y molesta.
Hanni la llamaría loca por quedarse más de una hora esperando a alguien que no conocía. Y probablemente tuviese razón.
Tocó el timbre de su casa una vez frente a la puerta. Para su desgracia, se le habían quedado las llaves en el casillero de la escuela y no estaba segura de que sus padres estuvieran en casa. Tenían un horario inconcreto, muchas veces trabajaban hasta altas horas de la noche, en especial en esta época.
Al no recibir respuesta, soltó la correa de Ditto para poder ingresar su extendida contraseña de números y letras y así llamar a su madre.
No tuvo miedo de que su mascota se escapara, porque Ditto no era esa clase de perro. Ella siempre lo dejaba suelto cuando él lo exigía, a menos que estuvieran en un lugar con muchos autos circulando.
—Mamá, tengo un problema... —dijo con el teléfono pegado en su oreja, mirando por la ventana, quizás estaba abierta.
No alcanzó a oír la respuesta de la mujer pues Ditto ladró fuertemente, saliendo disparado hacia la calle.
—¡Ditto-! Espera, mamá, ya te llamo.
Cortó la llamada, guardando el aparato en su bolsillo y corrió tras el perro.
Retira todo lo dicho de que Ditto no era de escaparse. Danielle no sabía qué mierda le estaba pasando al animal.
—¡Ditto!
Se detuvo en seco al notar que este había doblado en la esquina de la calle. Se apoyó sobre sus rodillas, respirando agitadamente.
Maldijo y siguió corriendo, logrando alcanzarlo. O al menos visualizarlo.
Ditto estaba sobre esta misma chiquilla de ayer, ladrando emocionado. Haerin sonreía, acariciándole las orejitas.
—¿Eres tú el perrito de ayer, bonito? —su sonrisa se expandió, parecía muy contenta.
—¡Guau, guau!
Danielle se acercó a ellos en silencio. Su corazón no dejaba de golpearle la caja torácica por la velocidad en que latía.
¡Literalmente, esto es el destino!
—¡Lo lamento! Se escapó y no lo alcancé —dijo Danielle, ya frente a la chica—. ¡Ditto, ¿qué pasa contigo?! —le regañó, intentando distraerse del nerviosismo.
—¡Está bien! Me parece gracioso que se haya repetido lo de ayer —sonrió al ver al canino saltar en dos patas.
Danielle necesitaba el número de esa hermosa chica. ¡Se reencontraron, cómo eso sería casualidad!
Tratando de controlar su emoción, se dijo a sí misma que no perdiera la oportunidad e intentara hacer algo.
—Creo que realmente le gustas, Ditto jamás había salido corriendo tras alguien de esa manera —buscó los ojos contrarios—. Ni siquiera sé cómo te reconoció. Es decir, estábamos bastante lejos de aquí.
Oyó otra pequeña carcajada que la hizo temblar.
—Ditto... ¿Es por el pokémon?
Marsh se sonrojó, avergonzada. Minji siempre se reía de ella por eso, y se molestaba con la mayor, pero que esa pelinegra le preguntara por la originalidad del nombre, se sentía distinto.
—Sí —susurró, bajando la mirada con pena—. Es una tontería, lo sé...
—¡No! Es un bonito nombre —tranquilizó la más baja, sonriendo, y Danielle no pudo evitar copiarle el gesto—. Bueno... ¡Debo irme, pero un gusto de volver a verte, Ditto! —observó al cachorro una última vez, quien ladró.
—¡Espera! —gritó la mayor, sobresaltando a ambas—. Digo- Perdón. Yo s-olo... solo —las palabras se enredaron en su lengua, alterada—. ¿Puedo tener tu número?
¡Mierda!
Ambas con las mejillas rojas. Tímidas.
—Perdón, no quería sonar atrevida, pero... ¿Creo que a Ditto le gustaría volver a verte? —su tono estaba lleno de duda, porque ella misma sabía que estaba usando la excusa más ridícula y poco creíble para coquetearle. O intentarlo.
Idiota, idiota, idiota.
Las bonitas manos de Haerin acomodaron su cabello negro con otra risita baja. Sus mejillas brillaban en un color taaaaan bonito, que Danielle sintió la necesidad de comerla a besos.
Haerin solo asintió, esperando a que la castaña sacara su celular para dictarle los dígitos.
Una vez Dani ya tenía el contacto, que guardó como "Chica de ojitos bonitos, futura esposa", le sonrió, despidiéndose y tomando a Ditto para volver a su hogar.
Ya alejada de la pelinegra, gritó a los aires vibrante, saltando junto al canino de felicidad.
—¡Lo logré, Ditto! ¡Lo logré! —abrazó al peludo, que movía la cola y ladraba de alegría.
Su emoción fue tanta que ni notó el auto de su madre estacionándose a un lado suyo.
—¡Danielle Marsh, me tenías preocupada! ¡Pensé que te había pasado algo, me cortaste sin explicación!
Ni los reproches de su enfadada progenitora le borraron la sonrisa. Corrió hasta ella y la abrazó, la mujer no entendía, pero ver a su hija tan feliz al igual que su mascota hizo que se rindiera con el reto y sonriera inconscientemente.
La alegría de Danielle siempre fue muy contagiosa.
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poto + luna = haerin | daerin au
RomanceDanielle vio en internet que si le mostraba el poto a la luna le traería buena suerte en el amor.