Habían pasado dos semanas desde su última cita. Danielle quiso invitarla antes a la playa, pero lamentablemente, al parecer sus profesores se habían puesto de acuerdo para llenar a ambas chiquillas de trabajos, por lo que no tuvieron tiempo.
De todas formas, sin importar aquello, Danielle se las ingenió para pasar la mayor parte de su tiempo con la niña de ojos gatunos. Estaba contenta porque Haerin se volvió rápidamente amiga de sus amigas, y se sentía bonito ver eso.
De vez en cuando Dani coqueteaba bobamente con ella, y es que no podía resistirse. Haerin sólo se sonrojaba y reía tapando su rostro.
Justo el día anterior a ese tuvieron un momento íntimo, distinto a cualquier otro. Hae le estaba explicando un ejercicio de matemáticas cuando Danielle no pudo evitarlo y su cabeza se desconectó totalmente de los números y multiplicaciones confusas y se quedó observándola fijamente, casi que con corazones en los ojos.
De un momento a otro, su vista bajó a los labios de la pelinegra y fue ahí cuando esta lo notó.
Fueron pequeños segundos de contacto visual, pero los mejores sin duda. La repentina tensión fue percibida por ambas y lo único que Danielle quería era besarla.
Pero se contuvo, diciéndose que no era el lugar adecuado, no en la biblioteca de la escuela con la señora esa que la callaba a cada rato. Maldita bibliotecaria.
Aunque no tenía miedo de parecer atrevida, pues creía haber dejado claro con sus acciones que Haerin le gustaba, sólo que no lo decía en palabras.
—¡Ya tengo todo! —anunció Haerin, saliendo del baño que quedaba dentro de su habitación.
La mayor la esperaba paciente sentada en el borde de la cama, observando las adorables decoraciones en las paredes junto a algunos dibujos.
Una vez salieron de Asap, fueron a casa de Haerin para que esta pudiese buscar su bikini, toalla de playa, entre otras cosas necesarias.
Danielle había guardado sus propias pertenencias el día anterior, por lo que no fue necesario desviarse a su hogar.
—¿Tú haces los dibujos? —preguntó, fija en un papel de acuarela que tenía pintado una terraza lluviosa con un gato parado en la baranda.
—Sí... No son muy bonitos, pero mamá dice que debo lucir lo que hago —jugó con sus manos, le avergonzaba que vieran sus trabajos.
—¡¿Qué dices?! ¡Están preciosos! —soltó sincera, era impresionante el realismo que lograba.
—Gracias, Dani —sonrió y guardó el bloqueador en su bolso—. ¿Vamos?
—Vamos.
***
—¡Aquí es! —habló animosa, habían llegado a una de las playas más bonitas en Seúl y para su suerte, el lugar estaba casi vacío.
Se acomodaron colocando las toallas sobre la arena y comenzaron a desvestirse. Ambas llevaban el traje de baño bajo sus prendas.
Haerin untó la crema protectora por sus brazos, piernas y rostro, todo bajo la atenta mirada de la chica a su lado.
—¿Quieres? —ofreció y ella asintió.
Una vez estaban con el bloqueador listo, se recostaron en la tela bajo sus cuerpos.
Haerin estaba acostada boca arriba, con los ojos cerrados y las manos a sus costados. Dani estaba acostada de lado, observando a la niña disimuladamente.
Era una obra de arte, uno de esos poemas cortitos de máximo cuatro líneas, pero que aún así lograban mucho con sus pocas letras. Tan profundo y sensible.
ESTÁS LEYENDO
poto + luna = haerin | daerin au
Storie d'amoreDanielle vio en internet que si le mostraba el poto a la luna le traería buena suerte en el amor.