Prólogo

295 11 1
                                    


—¿Un trabajo nuevo? —frunzo el ceño, sintiendo que la tensión en el aire es más pesada. —Te dije que no estoy disponible para más trabajo, Juwon.

Suelto un suspiro frustrado mientras giro el anillo entre mis dedos, como si ese pequeño objeto pudiera deshacer la presión en mi pecho. Contemplando el paisaje que se extiende ante mí desde la ventana, finalmente reúno valor para volver a mirarlo a los ojos. Su mirada, llena de compasión, me hace recordar que siempre ve más de lo que deseo mostrar.

—Son tiempos difíciles, y lo sabes —mi voz suena más débil de lo que pretendía.

Él baja la mirada, apenado, y entiendo que su expresión es solo una máscara de su profesión.

—Lo sé mejor que nadie, Ellie —dice, su tono cansado revela el peso que lleva—. Pero esto es importante.

Se detiene un momento, como si las palabras le costaran más de lo que esperaba.

—Sé que has estado trabajando demasiado. Gracias a tu esfuerzo, tienes todas estas oportunidades. Comprendo que estás cansada; terminas un trabajo y ya te llaman para otro. Han estado insistiendo en saber si estás disponible, pero no quise mencionarlo, porque sé que estás abrumada.

Me da una última mirada cargada antes de dirigirse al escritorio detrás de él, buscando algo. Mierda. Ya sé a qué se refiere.

—¿No puedes ofrecerle el trabajo a Doyun? —intervengo antes de que él revele sus intenciones.

Se vuelve con una carpeta en la mano y vuelve a sentarse, frunciendo el ceño ante mis palabras.

—Brielle, el trabajo te lo están ofreciendo a ti. No quieren a nadie más, específicamente te han solicitado a ti.

Reconozco el patrón; es solo cuestión de tiempo antes de que logre convencerme de aceptar.

—¿No tengo otra opción, verdad?

—Puedes rechazarlo, pero están desesperados.

Estoy jodida.

—Está bien. ¿De quién se trata?

—Ese es el detalle. No es quién, sino quiénes.

—¿Cómo que quiénes? —gruño, la irritación burbujeando en mi voz.

Puedo leer su cuerpo, su respiración se vuelve tensa y sus palabras titubean. Hay algo oculto en su expresión, algo que no quiere decirme.

—B-bueno, mira, es un trabajo de protección —responde con cautela—. Son trece chicos a los que tienes que cuidar.

¿Qué demonios?

Mis ojos se abren de par en par. Trece chicos. ¿Cómo mierda se supone que voy a cuidar de trece chicos, cuando apenas puedo cuidar de mí misma?

Mis labios se aprietan en una línea firme, y los recuerdos golpean mi mente: su voz, su sonrisa, su presencia. Es demasiado. Estoy rota. Tan rota.

—No, no hay manera —digo rápidamente.

—Brielle, escucha, sé lo que estás pensando y adónde se dirigen tus pensamientos, pero esos chicos realmente te necesitan...

—¡No! —lo interrumpo, sintiendo el dolor en su rostro como un puñal—. Sabes que no podré con esto. Si algo les pasa bajo mi cuidado... solo mírame, Juwon. Soy un desastre.

La picazón en mis ojos revela las lágrimas que luchan por salir, pero no lo harán. No, a menos que yo me derrumbe. Y eso no sucederá. La molestia permanece en mi rostro. Pasé meses atrapada en la tristeza y la culpa, atormentándome con la idea de que debía estar con él.

¿Cómo podría asignarme un caso tan pronto? Él sabe lo que mi último trabajo me causó, lo que sufrí.

No.

Definitivamente no.

Power of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora