Capítulo 3 | Negación

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Brielle

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Brielle

El sol se filtraba a través de las cortinas de mi habitación, llenando el espacio de una luz suave pero fría. Me desperté con un peso en el pecho, un recordatorio constante de la conversación con Juwon. Las palabras "trece chicos" aún resonaban. ¿Cómo podía siquiera pensar en aceptar ese trabajo?

A medida que me levantaba de la cama, el agotamiento me envolvía como una manta pesada. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. Los ojos hinchados y la piel pálida reflejaban mi falta de sueño. La decisión que debía tomar se asemejaba a un abismo: cada vez que pensaba en saltar, el miedo me detenía.

Preparé un café y me senté en la cocina, mirando por la ventana mientras el aroma del café llenaba el aire. Observé cómo la vida continuaba afuera, la gente paseando, los niños riéndose. Era un mundo que parecía ajeno a mis luchas mentales.

Con cada sorbo, la ansiedad comenzaba a mezclarse con la culpa. ¿Era egoísta por no querer ayudar? Pero, ¿qué pasaría si algo salía mal? El recuerdo de mi último caso seguía pesando sobre mí, un recordatorio vívido de la fragilidad de la vida.

Finalmente, decidí vestirme y salir a dar un paseo. El aire fresco de la mañana sería un alivio, pensé, quizás me ayudaría a aclarar la mente. Salí de mi departamento y me perdí en las calles. Mientras caminaba, los sonidos de la ciudad parecían más intensos, más reales, cada paso resonaba como un recordatorio de que el mundo seguía girando a pesar de mis problemas.

Pasé por un parque y vi a un grupo de niños jugando, riendo sin preocupaciones. Un nudo se formó en mi estómago al recordar lo que había perdido, el dolor de la pérdida se mezcló con la admiración. ¿Cómo era posible que tuvieran esa felicidad despreocupada? Quería ser como ellos, libre de carga, pero la realidad me mantenía anclada en un mar de dudas.

Mientras avanzaba, me encontré en una pequeña cafetería, un lugar acogedor que solía visitar. Pedí un latte y me senté en una mesa junto a la ventana. Sacando mi teléfono, revisé las notificaciones. No había mensajes nuevos. Nadie estaba esperando noticias de mí, ni yo de nadie.

Mi mente empezó a divagar. ¿Qué pasaría si decía que sí al trabajo? Podría demostrarle a Juwon que aún era capaz de enfrentar mis miedos, que podía salir adelante. Pero, al mismo tiempo, temía que aceptarlo fuera abrir una puerta al dolor nuevamente.

La camarera me interrumpió con mi bebida, y le agradecí. Tomé un sorbo y sentí cómo la calidez del café se extendía por mi cuerpo. A veces, esos pequeños momentos de normalidad eran un consuelo en medio del caos.

Mientras saboreaba mi bebida, una conversación a mi lado captó mi atención. Dos mujeres hablaban sobre un evento local, riendo y compartiendo anécdotas. Esa simple conexión, esa camaradería, era algo que había anhelado. En mi mundo, siempre estaba en la frontera de la conexión, pero rara vez me permitía cruzarla.

Decidí que necesitaba hablar con alguien sobre lo que estaba pasando. Alguien que pudiera ofrecerme otra perspectiva. ¿Quizás un amigo de confianza? Saqué mi teléfono nuevamente y revisé mis contactos, deteniéndome en el nombre de Doyun. Había sido un buen amigo y siempre había estado ahí para escucharme. No podía seguir cargando este peso sola.

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