Capítulo 4 | Lucha Interna

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El sol apenas comenzaba a esconderse detrás de los edificios altos de Seúl cuando llegué al estacionamiento de la agencia

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El sol apenas comenzaba a esconderse detrás de los edificios altos de Seúl cuando llegué al estacionamiento de la agencia. Había conducido a una velocidad que rozaba lo imprudente, mi Bugatti rugía con cada curva que tomaba. Mi mente no paraba, una vorágine de pensamientos y recuerdos que me mantenían en el borde. Aún sentía la adrenalina del incidente con los dos chicos que había salvado, la tensión en mis músculos no había desaparecido desde aquella noche. Uno de ellos, el de cabello blanco... su rostro seguía apareciendo en mi mente. Su miedo, su desesperación, el temblor en sus manos cuando me vio.

No me importaba quiénes eran. Mi trabajo era mantenerlos a salvo. Sin preguntas. Sin involucrarme.

Aparqué el coche con una rabia contenida que me quemaba el pecho. No había manera de escapar del caos que había aceptado al tomar este trabajo. Cuando salí del vehículo, cerré la puerta con más fuerza de la necesaria y me dirigí a la entrada de la oficina de Juwon. Cada paso resonaba en el silencio del aparcamiento subterráneo.

¿Cuántas veces ya lo había maldecido por meterme en esto? Ya había perdido la cuenta.

Al llegar a la recepción, la recepcionista me saludó con una sonrisa forzada. —Señorita Brielle, el señor Juwon la está esperando.

Solo asentí con la cabeza y continué hacia su oficina. No tenía ganas de hablar con nadie, ni de gastar palabras que no fueran necesarias. Cuando finalmente llegué frente a la puerta de su despacho, inhalé profundamente antes de girar el pomo y entrar.

Juwon estaba sentado detrás de su escritorio, con una expresión tranquila en el rostro, como si estuviera completamente ajeno a la tormenta interna que me carcomía. Su sonrisa era casi insultante, tan relajada, tan segura de que yo, una vez más, haría lo correcto.

—Esto es una mala idea —fue lo primero que dije, con voz firme pero helada. Me senté frente a él, sintiendo la rabia golpeándose en mi garganta, pero mi rostro permaneció impasible.

—No, no lo es —respondió él, manteniendo esa serenidad irritante que siempre me sacaba de quicio—. Pero hay algo que deberías saber sobre este caso.

Sus palabras despertaron una curiosidad que no estaba dispuesta a admitir. Crucé los brazos, intentando parecer desinteresada. Sin embargo, cuando mencionó a los "trece chicos", mi interés despertó por completo, aunque traté de disimularlo. Me explicó que se trataba de un grupo llamado SEVENTEEN. Cantantes, según dijo, que habían alcanzado la fama a base de esfuerzo y sacrificio. El menor tenía mi edad, y el mayor ya bordeaba los 28. Mencionó que dos de ellos eran chinos.

Mientras hablaba, el recuerdo del incidente de la otra noche me asaltó nuevamente. El chico de cabello blanco y su amigo. ¿Podrían ser parte de este grupo? Mis pensamientos me traicionaron por un segundo, pero sacudí la cabeza, intentando alejar cualquier emoción que pudiese surgir. No importaba quiénes eran. Eso no iba a cambiar nada.

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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