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Duncan era un reino ubicado en la parte noreste del continente.

Antes del largo invierno, Arazem, la capital del Reino de Duncan, se volvía más ocupada a medida que la "temporada social" llegaba a su fin y los nobles locales, que viajaban a la capital para disfrutar del ambiente durante la primavera, el verano y el otoño, se preparaban para regresar a sus propiedades para pasar el invierno.

Los inviernos en Duncan, que daba directo al "Mar del Norte", eran largos y especialmente duros. El sur era el área menos afectada, pero en el centro y en el norte las tormentas de nieve se desataban con tanta fuerza que parecía imposible vivir allí sin congelarse hasta la médula. Y como reparar el castillo, tener ropa y preparar la comida era un dolor de cabeza para los nobles, la mitad de los que venían a la capital de visita regresaban a sus propiedades tan pronto como les fuera posible. Podía decirse que el banquete celebrado en la residencia del Conde Falise era considerado el último del año.

"Entonces, el negocio de traer las especias es trabajo para los sureños más inútiles ¿No es verdad?"

Una voz baja que irritaba los nervios, una manera lenta de hablar y una extraña costumbre de retrasar el final al máximo. Un discurso que incomodaba a la gente, como la empuñadura de una espada arañando el suelo, y que dejó en claro quién era el dueño sin necesidad de mirar en su dirección.

Timothy rodó sus ojos marrones. Por encima del hombro, pudo ver a un hombre vestido de negro de pies a cabeza, con la capa de piel tocando la tierra y unas botas bastante pesadasy llenas de hebillas: Mathias Falise. El hijo mayor de la familia Falise, quien comandaba el Norte. Cabello negro rizado que llegaba hasta la parte superior de los ojos. Cejas oscuras que se curvaban hacia arriba, ojos verdes oscuros que brillaban hermosamente pero que no podían ocultar su característica expresión sombría y unos labios curvados en una mueca que le hacía creer que podía escupirle encima.

Matthias Falise utilizaba la capa oscura en primavera, en verano y también en invierno. Al verlo vistiendo de negro cada bendita hora, alguien podría haber pensado en él como un barquero que iba camino hacia el inframundo y sin embargo, comparado con los otros hombres aristocráticos, regordetes y de aspecto sucio, Mathias Falise era delgado, no tan alto y no tan viejo, pero todos podían decir que era un guerrero formidable con solo mirar la manera en la que caminaba. Después de todo, él era el gran duque que comandaba toda la parte norte de Duncan, incluido el territorio de los Falise. La gente lo admiraba porque se había convertido en un gran duque a la temprana edad de veintidós años y a decir verdad y en el momento en que murió el ex gran duque y ese hombre se convirtió en su heredero, hubo un gran bullicio en el mundo social que les hizo sentir como si este personaje fuera el Dios que les había mandado el cielo. Las damas nobles enviaron toneladas de cartas de amor e invitaciones para convertirse en su esposa y de todos modos, cuando él, que había estado encerrado en el norte hasta los veintidós años, se vio obligado a visitar el castillo real debido al nuevo juramento, todos se quedaron terriblemente callados.

Era un niño, por donde fuera que lo miraran. Tenía un cuerpo delgado, hombros anchos y boca tercamente cerrada sin la menor sonrisa. Una sombra lúgubre y profunda sobre los párpados e incluso en los eventos sociales, llevaba una espada larga en la cintura y tenía el espíritu de un militar más que el de un caballero. Se decía que los nobles que iban vestidos como pavo reales tardaban bastante en adaptarse a la atmósfera que tenía a su alrededor y que era imposible poder tomar normal su tono y su personalidad tan...

De idiota.

Timothy movió sus finas cejas marrones, luego exprimió una voz tan dulce como pudo:

El gran duque del norte, es lindo (Traducción Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora