Psycho.
Ella atraviesa las puertas dejando más de una mirada a su espalda, tan intocable e inalcanzable. Si tan solo alguno conociera quien es, su encanto de seguro se iría al suelo, o al menos, ella encontraba consuelo en aquel pensamiento. Ve en cada suspiro que se les escapaba tanto a los hombres como mujeres, una arma más para estar más desconfiada, y es que, ya no encuentra una persona en quien poner sus pensamientos o dejarle sus suplicas; ya se ve tan perdida y torpe ante sus decisiones, pero eso nadie más lo ve, nadie más que su propio reflejo en el espejo.
April toma asiento, cruza sus piernas debajo de su vestido de alta costura, apoya sus manos sobre las rodillas, forja una sonrisa y mira al frente. Tan pequeña se siente entre personas que conocen el negocio mejor que ella, pero allí encontró su lugar años atrás. Allí triunfo, y es por eso, que se convirtió en una editora que cada semana de la moda querían tener en primera fila, solo unos cuantos lo conseguían.
-Señorita Hawkins, ¿viajará a Francia la próximo mes?
Ella solo sonríe sabiendo que no será así, tiene algo más por lo cual preocuparse y no es viajar a ver los viejos vestidos que ya no la impresionan.
-Me temo que no –las fotos continúan y aunque la molestan, educadamente alza su mano para que se detengan, lo consigue –gracias.
Y no tarda en que la primera mujer salga con un atuendo que le priva la imaginación, el deseo de ver más allá. Ya no hace falta anotar lo que piensa, ya se ve con la hoja y el lápiz entre sus dedos. Sus críticas eran las más esperadas por el público, incluso las más plausibles y elogiadas. Una joven de veinticinco años no lograba tanto en tan poco, y April, April consiguió más de lo que merecía en un abrir y cerrar de ojos.
Las modelos nunca habían sido objeto de una crítica para la joven, tan delgadas ante sus ojos. Las pobres, no tenían más remedio que usar los diseños en unos metros de iluminación, para ser objeto de burla entre los editores y objeto de crisis nerviosas de sus productores. April se limitaba a encontrar gracia en sus sonrisas y su belleza interior.
Los minutos son devorados por la ansiedad de ver la innovación, así que, April toma ventaja de que las cámaras no están sobre ella, para colocarse de pie y siendo el foco de atención, se retira a los lavados, necesita un poco de aire, recordarse que ya va a ser sábado y poner en sus labios carnosos, una sonrisa más.
Entra al tocador, está vacío, pero tardaran escasos minutos en que este abarrotado de mujeres queriendo retocar su maquillaje, así que se ve en el espejo. tan hermosa en el dorado del vestido y los pendientes que se le fueron regalados en navidad. Ella enseña una sonrisa y pellizca sus mejillas para que sea más fácil, pero ha sido suficiente, su dolor acumulado sale a flote y tiene que llevarse las manos a su boca para que el chillido sea opacado y ahogándose en sus penas, se dice a si misma que pronto estará a salvo. Así que se gira y conservando su postura pasa entre la multitud para dejar los tocadores.
-¡April! ¡April! –chilla una mujer de la fila, es su compañera de trabajo, así que se limita a encerrar en sus brazos a la morena.
-Hola –detalla su vestido blanco, siempre tenía una debilidad por lo que ella solía usar.
-Quiero presentarte a alguien –April logra hacer una mueca, B sabe cuánto desprecio le tiene a aquellas cosas, prefería creer en el destino, no en lo forzado y ya planeado.
-B, no hagas eso –suplica pero no es escuchada por la morena, ésta ya estaba sujetando la mano de un hombre que no se giraba pues estaba despidiéndose de otro y no paraba de reírse.
-Él es Theodoro –April ofrece su mano, pero el hombre va más allá y la acerca para besar su mejilla. Theodoro Kirkpatrick, mejor conocido por estar a punto de tener Vogue en su poder.
-April –Theodoro asiente y sus ojos grises llegan al azul de April, tanto es que ella agacha su cabeza, su miedo a ser descubierta es mayor a su miedo a ser conocida.
-Un placer, April –vocaliza su nombre con su vos grave, y la joven alza su cabeza al reconocer su error de agacharla, así que asiente y en silencio dedica una mirada a B, dándole a entender que era su peor error.
-Espero verte de nuevo, Theodoro –miente April y él arquea sus cejas, ni él iba a interesarse en ella, ni ella en él, eso estaba claro, es que ya era muy tarde para una nueva primera vez, ya ambos habían construido su parecer del otro, y a decir verdad, no eran nada agradables.
Él, demasiado dispuesto para ella.
Ella, demasiado reservada para él.
April sigue conectada a la mirada del hombre de cabello castaño con visos dorados, pero al entender la situación, aleja su mirada hacia B, ella comprende lo que acaba de hacer y se da vuelta para mirar a su amigo, dejando a April libre para ir a tomar el auto que ya esperaba por ella en el exterior de la vieja construcción.