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-¿Así que fui un buen cupido?

B está revisando mi escrito y sé que, lo último que esta mujer está haciendo es colocando cuidado a mis palabras, aunque no hace falta que lo haga, sé que lo que tiene en sus manos va a ser otro éxito, otros cuantos ceros en mi cuenta.

-No, fuiste una terrible. Aun así, pienso decirle que salgamos, algo podemos hacer –ella aplaude sin parar y olvidándose por completo de mi trabajo –solo porque me devolvió el trabajo.

Ella se ríe, pero entiende que no pienso enrollarme con ese hombre, no va a ser así.

-¡Ya seré tu dama de honor!

Me paralizo ante sus palabras, eso está lejos de suceder, no más niños, ni siquiera una modesta boda. Me encuentro feliz entre mi soledad, nadie puede llevar una relación con una psicópata como yo, ni siquiera mi propia hija puede estar conmigo más de una tarde.

-Lo siento.

Se vuelve a enfocar en las hojas y vuelvo a morder las heridas de mi boca, me duele, pero es mejor que los malos pensamientos que las palabras de B logran crear. Me quema como el ácido pensar el ser feliz al lado de alguien.

-Te veo mañana, B.

Me despido con una sonrisa y me alejo por el pasillo directo a la oficina de Theodoro. En el escritorio de fuera esta su secretaria, Camille. Le sonrió y caigo en cuenta que he sonreído más de lo necesario en los últimos minutos, así que dejo de mirarla y empujo la puerta sin tocar. De repente, la voz de Camille me llama, pero no hago caso y entro a la oficina de Theodoro, salta de su asiento pero al verme me dedica una sonrisa y le dice a Camille que está bien.

-Debo de estar soñando –ruedo los ojos ante su comentario -¿a qué debo la visita?

Puede ser gracioso esto, hace dos días estábamos arrojándonos piedras.

-Hay un café a dos cuadras y tal vez tengas tiempo y quieras ir conmigo.

Me siento idiota hablando como mi hija, sin dejar el 'y' de lado. Ella tiene cinco años.

-¿Me estas invitando a salir?

-No, no. Solo quiero hablar.

-Eso es lo que hacen en una cita.

Sus ojos grises brillan, tal vez de la risa que está conteniendo.

-No, no es una cita. Olvídalo, Theodoro, esto es inútil.

Siento la ira subir hasta mis mejillas y haciendo fuerza en la palma de mis manos, me doy media vuelta, después de todo si es tan terco como parece.

-En diez minutos paso por tu oficina, April.

Pero la sonrisa aparece sin ser forzada, no sé en qué terreno me estoy metiendo, pero que saque lo peor de mi está agradándome, y no tiene idea de cuanto lo hace.

Voy hasta mi oficina y B en frente, no deja de mirar todo lo que hago, lo que hace que cierre las persianas después de enseñarle mi lengua, ella solo se ríe y yo me siento con una hoja en mi escritorio, si Theodoro entra no va a parecer que estoy desesperada esperando por alguien, va a parecer que trabajo hasta el último minuto del día.

Se convierten en los diez minutos más largos de mi vida, y cuando veo a Theodoro parado en el umbral de mi oficina, parece fascinado con mi 'concentración'. Agradezco que no haga ningún comentario, así que tomo mi bolso, me despido de B y tomo el ascensor con Theodoro.

-Le salió bien el truco a B.

-Eso parece –respondo. No me gusta recordar eso, no me gusta recordar que le agrado a Theodoro, aunque si no fuera por esa razón, tal vez no habríamos tomando el mismo ascensor.

PsychoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora