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Entro en mi oficina con la caja vacía de la vajilla barata que había comprado al salir del hospital, era lo suficientemente grande como para poner lo poco que tenía. Mi reloj de pared que estaba bajando marcaba las ocho pasadas y la satisfacción al saber que no había llevado aun la carta, comenzó a hacer un mejor día. Guarde el reloj y luego unas cuantas decoraciones que tenía, justo cuando termine, B estaba entrando a su oficina y sin querer dejar su bolso en su lugar entra a mi oficina.

-¡No! April, hable con Theodoro y está dispuesto a dejar pasar lo de anoche –ella mueve la caja para que yo no la pudiera sujetar.

-Eres preciosa, B, pero no creo que quiera trabajar con él –trato de sonar lo mejor que puedo.

-Vamos, April no puedes irte.

-¡Fue él quien me saco de aquí!

Chilló y siento como me derrumbo por primera vez delante de ella, el tema e Rita era lo que me coloca los pelos de punta, no perder mi trabajo, aunque eso contribuyo a la compra de la vajilla anoche.

-Tenía rabia por lo que te escucho decir.

La morena deja la caja a mi alcance y justo cuando iba a abrir la boca, veo a Theodoro pasar, así que tomo la carta de mi escritorio y dejando a B con la boca abierta, corro por el corredor hasta alcanzarlo.

-Le deseo lo mejor, Theodoro, ojala no se vaya al suelo cuando yo cruce estas puertas.

Sus ojos grises entran en mi interior sin permiso alguno, le gusta intimidarme, lo sé, disfruta que por alguna razón lo que los demás no pueden. Es eso o le apasiona ver dos ojos diferentes en una misma persona. Y sin lugar a dudas, sé que es la primera.

-No crea que usted es lo único, Amalia. No es usted la nueva Anna Wintour.

Le tiendo la mano para que sujete la carta, espera unos segundos sin alejar sus ojos de los míos y la recibe.

-¿Es en serio? ¿Acaso no cree que la edad ya no esté como para que ande por ahí hablando cosas de mí? Por favor. Y es April, April Hawkins, se lo recordare cuando este por el suelo por haberme despedido.

Veo como se muerde la lengua para no decir lo que estaba a punto de soltar, y a pesar de que me hubiera encantado seguir la discusión, no es el mejor momento. Así que me giro y de repente lo escucho mascullar para sí mismo:

-Y habla ella de hablar mal.

¿Acaso no tuvo una adolescencia para todo esto?

Vuelvo a mi oficina y B ya no está, ni en esta ni en la de ella, por un segundo pienso que si ella no hubiera compartido conmigo lo que ese terco hombre pensaba de mí, tal vez no estaría en aquel punto. Pero al fin de cuentas, me veo salvándola a ella y diciéndome a mí misma que fui yo quien comenzó a hablar mal de Theodoro sabiendo que se encontraba cerca.

Tomo el primer taxi que pasa y dejando atrás Vouge, cruzo algunas calles para detenerme en Central Park y llegar a mi edifico, debo buscar un trabajo lo más rápido posible. Subo por las escaleras hasta el piso veinte y sin aliento introduzco mi llave, empujando así la puerta. Aquí todo parece en orden, todo parece como hace una semana.

Dejo la caja sobre la mesa de la sala y abro el balcón para entre la brisa cálida. Voy hasta mi habitación y de igual amena abro los vitrales, me tiro sobre la cama.

Transcurren dos horas en las que puedo contar casi cincuenta veces, las estrellas que Rita había pegado la única noche que paso aquí. Y es cuando caigo en cuenta que hoy es mi día con Rita, así que otro taxi me pasea hasta la casa azul de Connor.

PsychoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora