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Suspiró

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Suspiró. Su mirada genéticamente gentil apreciaban el hermoso bosque, miró a un lado y estaban las herramientas de pesca, sonrió leve, estába de buen humor hoy. Guió su vista hacía un lugar en específico. Recordando. Evangeline. Extrañaba su sangre, el sabor y lo tibia que siempre estaba.

Volvió a suspirar ésta vez cansada y decidió por fin ponerse a pescar ya que sinó, se haría tarde y debía darle de comer a los animales.

Ella estaba tranquila, acomodó su campera con un suspiro, ésta era verde militar, y el pantalón igualmente aparte de ser cargo. Una camisa negra lisa formal. Los pesados borcegos en sus pies de color negro, era un estilo algo. Raro, pero normal, entre los militares, claro está.

Agarró un listón y ató su cabello en una cola alta dejándo algunos mechones sueltos por su frente, quejándose hizo tronar su hombro al acalambrarse. Tomó la caña de pescar junto a la carnada y se sentó frente al lago encima de una pequeña manta en el suelo.

— Hora de pescar. —. Sonrió leve y preparó todo para finalmente lanzar la parte con el "hilo" y su carnada incrustada en el gancho al agua. Esperó y cazó pescados para algunos de sus animales

Luego de unas horas, finalmente ya tenía el valde de lata lleno y preparó todo para volver, ahora.

Sintiéndose observada, aún relajada y sin hacer notar el hecho de que la estén observando, siguió recogiendo todo y comenzar a caminar, desprendiendo unos botones de la cara camisa negra que usaba, algo acalorada. Ahora su pecho lechoso se notaba más a la vista e incluso la raya de los senos también. La camisa iba apretada a sus musculos marcados y la alta estatura por poco y se confundía con un árbol.

Echó su cabeza hacía atrás cansada.— Diablos, tengo tanto sueño.— habló en voz alta suspirando. Hasta que recordó que debía hacer algo. — Tengo que comprar carne.— Asintió a la nada y se apresuró a caminar a su casa.

En todo el trayecto hubo silencio y estába segura de qué si seguía así iba a felicitar a la persona que la esté viendo por ser silenciosa. Sinó fuera por por el pequeño ruido de la rama romperse. La azabache giró bruscamente deteniendo su paso. Y miró a todos lados con su seño fruncido.

Aguantó unos minutos allí, parada viendo el más mínimo error, pero claro, se había escondido. Resopló y retomó su caminata a casa. Dando una leve sonrisa de lado.

Cuándo llegó comenzó a prepar en silencio su comida, evitando chocar las cosas contra la mesada y así, sólo se oía un ligero ruido de las verduras siendo cortadas, así cómo el agua cayendo mientras lavaba dos pescados que separó de los diez que había cazado. Levantó sus cejas, gustosa del delicioso olor que surgió de la cebolla siendo fritada y agregó caldos de verduras y luego unos condimentos para darle más sabor.

Antes de cocinar se había cambiado la ropa luego de un baño por una camisa negra con tres botones sueltos arriba y las mangas dobladas perfectamente hasta sus codos siendo abrochadas allí para que no se desaga. Un pantalón de vestir, cómodo pero a fin de cuentas, elegante. Su cabello azabache y largo estába atado en un coleta alta con mechones de su flequillo de lado suelto.

Los músculos de sus brazos así cómo la ancha espalda cubría munisiosamente la camisa rellenando ésta sin problema. A fin de cuentas, toda su vida había hecho ejercicio. Pero también era parte de su genética, su madre. Aquella mujer era realmente tan bella cómo peligrosa, ella era una maldita mafiosa elegante. Rozaba el casi los dos metros de altura y aún más con los tacones que siempre usaba. Si su madre no llegaba al los dos metros.

Ella sí, medía exactamente 2,10 metros, siempre había sido alguien de pocas palabras y tampoco entendía el por qué le gustaba a todas las chicas de su escuela en la secundaria, pero casi nadie se acercaba debido a su presencia aterradora. Antes de que su cordura de quebrantara, era una adolescente hormonal que le encantaba presionar a las mujeres debajo suyo. En la universidad no era nuy distinto.

Siempre había sabido de su gusto particular y la mujer que se lo hizo saber era la secretaria de su madre. Una rubia de ojos grises agudos que no era nada parecida en la cama a cómo se mostraba frente a todos. Pero ése era otro tema.

Ahora luego de su pequeña sipnosis, siguió cocinando tranquilamente, fingiendo no saber que alguien del precioso bisque la observaba. Por un momento, levantó la vista siendo directa hacía dónde ella sentía la mirada. Se quedó unos segundos mirando indiferente aquél punto hasta que el microondas sonó dando aviso a que ya había terminado de descongelar

Desvió sus ojos del lugar y fue a sacar la carne descongelada para hacerla fritar u hervir junto al pescado. Suspiró tranquila.

— ¿Qué dices Tanya? ¿Una nueva vampira? ¿Cómo es eso? — dujo Kate confundida ante las palabras de su hermana lanotra asintió para ella y para el resto del clan suyo y Cullen

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— ¿Qué dices Tanya? ¿Una nueva vampira? ¿Cómo es eso? — dujo Kate confundida ante las palabras de su hermana lanotra asintió para ella y para el resto del clan suyo y Cullen.

— Era alta, demasiado alta, posee rasgos asiáticos así que no es de aquí. Y su ojos... Sus ojos son de color fucsia.— fue todo lo que dijo.

Irina abrió su boca sorprendida, nunca en su vida había visto a un vampiro con ojos fucsias. Estába curiosa.

Carlisle carraspeo al final suspirando.— Deberemos vigilar si hace daño o no, por el momento me has dicho que, vive alejada y es tranquila. — Tanya asintió al patriarca. Dándole una sonrisa apenada.

Pronto Reneesme y bella llegaron, la niña abrazó a su abuelo completamente felíz y el mayor sonrió dándole besos en su cabeza.

Pronto Reneesme y bella llegaron, la niña abrazó a su abuelo completamente felíz y el mayor sonrió dándole besos en su cabeza

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The psycho | Hermanas DenaliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora