Capítulo 4

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Tener la cabeza colmada de pensamientos intrusivos no es sano para un profesional del deporte.

La cena con Demichelis le dejó más interrogantes que certezas. Una cosa es el interés del club por su desempeño y otra es el aparente interés personal que el presidente tenga por él. Después de horas recordando cada gesto y tono de voz que el hombre usó, Diego está casi seguro que el cordobés tiene segundas intenciones. Pero, ¿cuáles? Por momentos parecía querer clavarle el puñal por donde más le doliese refiriéndose a su estadía en Alemania. Luego la conversación se tornó a una charla para levantarle el ánimo y al mismo tiempo, le remarcó de manera implícita que él es, después de todo, un empresario y que Diego es un número más.

Placente revolea su bolso con la ropa para cambiarse sobre su hombro mientras camina hacia el vestuario. La práctica de hoy será molesta. Hay demasiada humedad ambiente y un clima muy cálido para invierno, lo que dificulta un poco la respiración al correr.

Algunos de sus compañeros ya están en la práctica y otros todavía se están terminando de cambiar. Diego abre su casillero con stickers de Los Redondos, Los Piojos y Dire Straits entre otros adornando sus paredes, junto a una foto con su padre. Apoya el bolso y lo abre para sacar la ropa, pero un repentino golpe fuerte en su hombro derecho lo empuja hasta caer de costado al suelo.

—¡Loco, mirá por-...!

Placente se frena al percatarse de quién fue el que lo empujó. Mirándolo con desdén, con su camiseta de entrenamiento en la mano y una mueca de disgusto pintada en sus labios, Román detiene su marcha un segundo y continua su camino hasta el banco frente a su propio casillero. Podría decirle algo más, pero el pibe de Villa Crespo sabe perfectamente que hay momentos en donde tiene que callarse y aguantárselas por el bien del equipo.

Durante las prácticas del primer circuito que arma el entrenador, Riquelme lo empuja dos veces por detrás apurándolo. Pocas son las oportunidades del chico de pelo renegrido para intentar molestarlo porque Diego es rápido y sigue al pie de la letra cada orden del DT y sus asistentes de campo. Pero, de todas formas, es evidente que está a la pesca de cada oportunidad que se le pueda presentar.

En el ejercicio de resistencia, de freno y arranque, todos esperan pacientemente a que cada compañero termine de hacer su serie de movimientos cortos con los conos. Corren hacia adelante y atrás, antes de hacer un pique hasta el fondo del predio a toda velocidad. Se sobreentiende que cada uno tiene su propio ritmo a pesar que la idea es exigir al futbolista para que eleve su performance. Delante suyo está Joaquín, que es un poco más morrudo que el resto y obviamente le cuesta un poco más. Pero lo que no tiene de velocidad lo recupera en resistencia física ante el ataque de los oponentes, convirtiéndose en una defensa con buena contextura para aguantar las embestidas contrarias. Todos están acostumbrados a sus tiempos y una vez que culmina su carrera hasta el alambrado al final de la cancha, es el turno de Diego.

El joven se prepara para iniciar la primera parte del ejercicio y cuando regresa sobre sus pasos hacia el punto de partida, un pie dobla su rodilla desde atrás hasta hacerlo tastabillar y caer al césped. Placente se acaricia la pierna y no se sorprende al descubrir a Román mirándolo con odio.

—¿Te vas a mover o no? ¡Dale pajero, que no tenemos todo el día!

Para darle énfasis a sus palabras, le pega una patada no muy suave a la misma pierna que el otro joven se frota.

—¡Recién empiezo, boludo! ¿Qué querés? Bajá un cambio.

—¡Pará de quejarte y mové el orto! —vocifera Riquelme, apretando los puños a los costados.

Gabriel Milito detiene el cronómetro en su mano y se acerca a los jugadores.

—¿Qué pasa acá? Vamos, arriba. Empezá de nuevo. —ordena el DT, sin dejar de mirar fijamente al cinco a modo de advertencia.

Variante de Cambio (Demichelis x Placente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora