A veces es necesario que tu esposo cocine y te diga que eres suficiente

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Después del golpe, se queda en el piso y espera.

Se mantiene acurrucado sobre sí mismo, abrazando su cuerpo. Con el pasar de los minutos, el zumbido de sus oídos se disipa y el ardor de sus venas disminuye, pero aunque lo peor pasa, aún duele.

La parte de él que aún puede sentir autocompasión le dice que en realidad no es su culpa, que no tenía forma de saber que él volvería. Esas palabras se disipan cuando una cantidad abrumadora de dolor lo mantiene en el piso por mucho más tiempo del que necesita.

Los libros de comportamiento humano pasan por su cabeza explicándole los mecanismos fisiológicos detrás de su reacción. Sabe que en realidad no recibió tanto daño físico, sabe que en realidad la cantidad de dolor que siente es solo proporcional al estrés que siente su sistema nervioso central, sabe también que encontrarle lo racional a esto es solo una forma de evitar sentirlo.

Toma la decisión de levantarse cuando su cabeza vuelve a ser algo. Se sacude la ropa, revisa que la puerta esté bien cerrada y sube a su cuarto en piloto automático. Siente demasiado y nada a la vez.

Cuando finalmente se encuentra en un lugar que considera seguro (la sala de su casa había dejado de sentirse segura) se permite respirar y se empieza a agitar nuevamente. El nudo que se había formado en su pecho se suelta y se libera en llanto que empieza con pequeños hipidos y crece con rapidez a un llanto exagerado.

Roier se sujeta el pecho y llora, llora mucho.

Llora tanto que su cabeza duele y le afecta gastrointestinalmente. Quiere vomitar. Se siente débil, inútil, tonto y avergonzado. Es tan estúpido. Su sistema le grita con necesidad que pida ayuda a alguien.

Se siente mareado, el cuarto da vueltas alrededor suyo y cuando empieza a debilitarse se tapa la boca para evitar que los sonidos más instintivos se escapen de su garganta.

Está avergonzado de su lado omega que busca desesperado alguna ayuda, algún tipo de seguridad o consuelo. No quiere sentirse más patético de lo que ya se siente.

Ha llorado hasta cansarse. Los hipidos solo se vuelven peor cuando se agota y tirita. Nadie lo escucha llorar.

Se acurruca cerca de sí mismo, ocupando solo un pequeño espacio de la cama y tomando solo una pequeña parte de la manta gruesa que cubre toda la superficie. Su cama se siente vacía y fría cuando se mete entre las sábanas.

Roier se queda dormido mientras abraza la almohada.

Como era de esperarse, nadie llega esa noche.



Al otro día despierta en la misma posición en la cual se queda dormido. Acostado en un estrecho rincón en su lado de la cama, tan lejos de la otra orilla como le era posible. No puede decir si se siente peor o mejor que ayer. Es como si tuviera todo su cuerpo pegado a las sábanas y no pudiera mover ni un solo músculo (en realidad, tampoco lo intenta, se siente perezoso). Se queda quieto, solo sintiendo.

Sus hombros y columna duelen por haber estado mal acomodado toda la noche, pero se niega a moverse porque cualquier otra pose se siente peligrosa.

Está levemente febril por el sol mañanero que golpea su rostro. No le importa.

Los acontecimientos de la tarde anterior lo alcanzan y lo apartan de una verdadera consciencia de su alrededor.

Revive todo lo que paso ayer, y la realidad se entremezcla con cosas que pasaron hace mucho más tiempo, metiendo todo en la misma bolsa para mantener a Roier en una tortura mental autoprovocada.

Él está en mis DM's/Sprobit/Spiderbear/GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora