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El pequeño respeto o lástima que le tenía a Pippa se convirtió en odio. El odio que sentía con Paris se convirtió en algo indescifrable. Ahora estaba en sus manos o era lo que pensaba.

Después de ir a la universidad y durante, Paris y Pippa fueron a una universidad importante fuera del país. Yo no.

Decidí ir a la estatal de diseño y tuve suerte en que me aceptaran. Mis sueños de seguir adelante y regresar con mi madre crecieron y con el pasar de los años. Lo había logrado.

Pero no olvidaría esa noche. Y tampoco saldría de las garras de mis hermanastras.

—Donde sea que vayas te encontraré. Las marginales como tú deben estar en el suelo. Y es lo que harás, limpiarás los suelos de la empresa en que nuestro padre trabajó. He escuchado que abrirán el caso de Thomas, y yo todavía puedo hablar y decirles que fuiste tú. Piénsalo, Cinder. Creo que ahora eres más lista. Tú jamás serás alguien. Y además, la chaqueta de Thomas, la tengo yo y tiene tus huellas. Tampoco te olvides de la cicatriz que tienes en tu muñeca donde te rasguñó con su reloj al querer sostenerse de ti. ¿Salvarte? Ya no lo recuerdo. Que esa cicatriz te recuerde que estás en mis manos, Cinder. Siempre lo estarás.

Mi mundo se vino abajo y desde hace seis años estoy en las sombras de no ser reconocida. Fui la última que lo vio con vida y parte de mí se culpa.

Murió intentando salvarme.

Paris y Pippa no me hacen la vida imposible, pasan meses en donde me ignoran y ni siquiera las veo. No sé cómo terminaron trabajando en la empresa donde mi padre era socio. Pero lo hicieron. Casualmente después de graduarme no recibí ninguna oferta de trabajo y en ninguna empresa de diseños me aceptaban.

No tenía nada. Solo limpiar suelos y atender en una cafetería.

No tengo miedo de ir a la cárcel y las probabilidades de que eso suceda son mínimas. Pero tampoco tengo otro trabajo. Y mi sueldo ayuda bastante a mis padres. Tenemos una hipoteca libre gracias a mí, tenemos comida en la nevera y podemos disponer de pequeños viajes a la playa a dos horas de la ciudad cuando se nos apetece.

Seattle es una de las ciudades más hermosas, como también caras. No me perdonaría si dejara desamparados ahora a mi familia, no ahora que el abuelo está cada día más viejo.

Y me he lamido suficiente las heridas para aceptar que, siempre seré una cenicienta.

Mi estómago duele debido al golpe de Paris, pero ya

pasará. No me importa que me golpee, le diré su par de cosas cuando sea necesario. No le tengo miedo y me rehúso a vivir bajo sus sombras o amenazas, ya no soy ninguna niña y definitivamente mi padre no está vivo para soportarlo. Solamente tengo que mantener mi trabajo y ser feliz. Aunque no sea el trabajo de mis sueños.

Ahora me toca limpiar el piso de los jefes. Y nunca me había sentido intimidada hasta ahora. Pese a mi overol, algunos empresarios siempre me ven de forma lasciva. No entiendo por qué.

Mona dice que es porque soy hermosa y que ningún overol puede ocultarlo. Pero yo pienso que es otra cosa.

Que son unos perros y ya.

Me quedo absorta cuando termino el pasillo principal, solamente tengo diez minutos para hacerlo antes de que salgan todos de la oficina. Los suelos deben estar inmaculados, pero es prohibido que te vean limpiando, a excepción de los baños, en mi caso, el de mujeres.

Escucho pasos.

Me escondo y me apresuro a limpiar. Me inclino en una esquina para ver si no hay nadie en los pasillos y salir de aquí en cuanto antes cuando veo una silueta.

Twisted Cinderella  (Ya en físico y audiolibro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora