7 Odiame a mí

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Presente

Viaje a Londres a buscar a mi hija para hablar con ella, sé que me odia, pero no soporto ver a Alina destrozada. Desde que se marchó no ha vuelto a hablar con nosotras, no le atiende las llamadas y la que nos pasa el parte de como está ella, es Mel que quedo en medio de todo.

Voy a su habitación y golpeo la puerta, me atiende una chica rubia con las puntas rosas.

—Buenos días ¿este es el dormitorio de Rebecca Lombardi?

—Wow es igual a su madre ¿Tú eres su madre verdad?

—Es la primera vez que lo admitiré en público— Sí, lo soy.

—Bueno porque la mentirosa dijo que era huérfana, y yo te veo vivita y coleando. Bien ella está en clases, vuelve como en una hora, si quiere puede esperar aquí, yo tengo que irme.

Y me dejó pasar así como así, que confiada es la juventud de ahora. Me siento una intrusa en este cuarto, en su espacio, como la primera vez que llegue a su casa, siempre me he sentido ajena a la vida de mi hija, mucho antes de tener que tomar la desición de dejarla, siempre sentí que no era parte de su vida, que ella no me pertenecía y es así, ella es mucho más de Alina que mía.

Me siento a esperarla en su cama, tomo su almohada y huele a ella, la verdad es que aunque solo la pude tener conmigo unos años, fueron los mejores de mi vida, verla crecer en ese tiempo, reír y llamarme mamá, ha sido lo mejor de mi existencia, incluso mejor que los premios y reconocimientos que tuve en mi carrera.

Tal y como era de esperar en una hora más o menos hay movimiento en la puerta, alguien que busca las llaves mientras habla por teléfono, reconocería su voz donde fuera, aunque hace meses que no hablamos sé que es mi hija quien está del otro lado.

—Su semblante se torna serio al verme y corta la llamada— No solo te metes en relaciones, sino que ahora también en mi cuarto. Di lo que tengas que decir, que tengo que estudiar.

Ni rastros quedan de la chica dulce y risueña de hace unos meses atrás, no esperaba que me recibiera con los brazos abiertos pero su actitud hostil me hiere, aunque supongo que no más de lo que yo le hice dejándola con Pietro, así que me toca aguantar lo que me toca.

—Es Alina.

—Su cuerpo se tensa al escuchar eso— ¿Qué hay con ella? —aunque intenta mantenerse neutral, no lo logra, tiene el mismo tic que yo cuando me pongo nerviosa se acaricia con los dedos la palma para calmarse— ¿Le pasó algo?

—Viaje hasta aquí para pedirte que la perdones, ella... solo hizo lo que pensó que era lo mejor. Hace tiempo que está deprimida, te extraña, te ama y le preocupa no saber de ti.

—Nos quiere a ambas —dijo con una tetrica sonrisa— me pregunto ¿A quién elegirá si tiene que hacerlo?

—Trago con dificultad— Con tal de que ella sea feliz, yo la dejaría —su mandíbula se tenso— solo quiero que ambas estén bien. Está bien si me odias a mí, pero perdona a tu madre.

—En lo que has dicho hay demasiada verdad, ella es feliz a tu lado, es la primera vez que le veo feliz genuinamente desde que la conozco —dibujo una sonrisa— y sí, te odio, te odio por ser capaz de haberme dejado con ese monstruo, si ella no hubiera estado no sé que sería de mí, y como dijiste ella es mi madre que tú me hayas parido no te da el lugar, el título y el derecho de llamarte mi madre. Jamás te perdonaré April, jamás. Me importa un pito tus motivos, me abandonaste.

Quise romper a llorar ahí mismo, mi hija me odia, yo no dejé de amarla un solo día, de pensar en ella y ni siquiera me ha dado la posibilidad de saber mi versión de la historia, espero que esto solo sea una etapa y alguna vez me de la posibilidad de escucharme.

—¿Hablaras con ella? —digo secando mis lágrimas.

—Sí —volteo para irme— y April más te vale que la hagas feliz, porque no conoces mi lado oscuro y créeme que si la lástimas, será lo último que hagas.

—Ella no sabe que vine, me gustaría que lo mantengamos entre nosotras.

—Largo una risa ahogada— ¿Más secretos? —negó con la cabeza— no cambias nada April ¿No es así? —Alina me hizo cambiar bastante y tú también, pero supongo que no me daras la posibilidad de demostrartelo— pero está bien, no quiero que piense que porque tú hablaste conmigo yo la perdone, porque aún no lo hago.

Entonces con su amenaza, e indirectamente diciéndome que está de acuerdo con el matrimonio, me marcho de nuevo a América con ella, tomando el primer vuelo para volver a su lado. Llego bastante agotada por mi travesía, no he dormido nada en horas, solo quiero acostarme a su lado y dormir, sabiendo que hice lo posible para que ellas estén bien, aunque mi hija me odie.

—Hey aquí estabas —su compañera regresó a la habitación— me dijiste que no tenías padres y ella es...

—No es mi madre y no deberías dejar pasar a extraños a la habitación que dicen conocerme.

Su comentario me dolió más de lo que pensaba, ella tal vez jamás sea capaz de perdonarme.

Todo esto  comenzó cuando al fin había logrado dar con el paradero de Alina, cuándo vi que Pietro se había casado con otra mujer y tenía ahora dos hijos varones, entonces me armé de valor sabiendo que él ya no podría hacerle daño si yo volvía a la vida de mi hija, sabiendo que todas sus amenazas no se harían realidad si yo volvía por Rebecca. Ese día con ella con ya con 13 años de edad, y habiéndola dejado con tan solo 3 añitos, golpee la puerta de la casa, que no era la misma de antes, pero de la cual conseguí la dirección. Mis manos sudaban y mi cuerpo temblaba entero, esperaba que ella me diera la oportunidad al menos de escucharme.

Efecto Cavanagh volumen 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora