ALEX
—Cadetes —las puertas del calabozo se abren—, terminó el castigo.
Quejándose y descontracturándose, bajo un suave halo de luz, Mackenzie se levanta.
Fueron días duros, días interminables y enloquecedores para ambas.
Hemos hablado poco, intercambiado mucho menos y la energía acabó dosificándosenos después de las primeras veinticuatro horas sin comer.
No hemos podido caminar y el esfuerzo que hizo la rubia para encender el ferrocerio le quitó toda la vitalidad.
Dicen que setenta dos horas no te matan de hambre.
No te matan, es verdad, pero te succionan al máximo, al punto mismo donde ya no puedes articular una sola palabra, donde el cuerpo pesa y abrir los ojos cuesta.
Tres días de hambruna, oscuridad y aislamiento deterioran emocional y físicamente.
El agua que bebes cae como piedra y el frío ataca desde adentro hacia afuera.
Sólo piensas en dormir y abrazarte con tanto ahínco que los músculos se entumecen. Se entumecen y cuando sucede no te puedes mover, tampoco hablar, tiemblas de demencial frío y rezas porque la fuente de calor se vuelva a encender.
Podrás detestar la fanfarronería de tu compañera de celda pero te preocuparás si en la soledad y el silencio sepulcral del calabozo ya no le escuchas el sonido de la respiración.
La llamarás en un murmullo. Dirás su nombre una y otra vez en susurros y te esforzarás por gritarlo, por alzar la mano, arrastrarte e ir a tientas a dónde permanece lánguida.
Vas a tocarla. A palmarla primero y a mecerla con desespero después porque, pese a odiarla con brutal intensidad no quieres verla perecer en un gélido cuarto de torturas; principalmente a sabiendas de que la fastidiosa colega, rubia y de ojos celestes se ha esmerado en velar por sí misma pero también por ti.
Entonces ya no es sólo el agotamiento, la fatiga y las necesidades físicas, sino que el aturdimiento emocional toma rol preponderante y el mental aún más.
No querrás quedarte sola, no querrás que alguien más se muera, no querrás sentir la desesperanza en su máximo esplendor...
Y entonces, te repente el alivio te aplaca. El miedo te sube a un estrepitoso estado de crítica desolación pero la tranquilidad te baja, estrellándote con la realidad de que todavía falta; no sabes cuánto, pero sí que falta.
La oyes quejarse y llorar, y no sabes qué hacer, pero sonríes con tibieza al corrobar que está viva, que no soporta el frío, ni dormir en el suelo; que las pesadillas no la dejan quieta y que no quiere revivir el S-21.
S-21...
Te cuestionas qué significa pero no te emperras en preguntarlo. Eres comprensiva. Aún en una situación límite, de supervivencia y que requiere de mucha fuerza te muestras compasiva y vas donde el débil del momento requiere atención.
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Dancing in Hell © +21
General FictionLIBRO 2 DE LA SAGA DEVIL'S DANCE La vida en Mónaco no volvió a ser la misma y el cierre de ciclos acabó por sumirlos en la más siniestra oscuridad. Emergiendo del pozo más hambrientos que nunca, y como alguna vez pudieron demostrar que a la sombra d...