˙ . ꒷ 🍮 ραɾte 00:1 ꩜ .ᐟ

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Estar en el pasillo con pequeños azulejos lila, paredes blancas con puertas azul celeste lo ponía nervioso, ya llevaba un buen rato un aquel sitio esperando noticias sobre su adorado esposo que se encontraba en lavor de parto, la gente iba y venía y el seguía allí sin obtener respuesta a todas las preguntas que pasaban por su cabeza, estaba entrando en pánico caminando de un lado a otro.

Su rostro cubierto de unas grandes ojeras junto con un dolor ligero en la cabeza por la falta de sueño no era nada, ya que su estómago comenzaba a molestar lanzando gruñidos por la falta de comida en más de 9 horas, ya casi estaba amaneciendo y no paraba de escuchar los terribles gritos y doloroso quegidos que soltaba su omega del otro lado de aquella puerta, su instinto estaba a flote que por poco mandaba la puerta al carajo de un golpe, lo hubiera hecho si no fuera por el repentino silencio seguido de un llanto que lo dejó enbobado para que después de algunos minutos escucharse un segundo llanto.

No pasó mucho para que la puerta se habría saliendo una enfermera de piel canela, ojos color avellana y estatura mediana, portando aquel traje blanco como la nieve.

— ¿Usted es la pareja de Satoru Geto? — pregunto con tranquilidad inspeccionando unos documentos, sacando de sus pensamientos al pobre Alfa parado mirando a la nada el cual solo atinó a asentir — perfecto, ya puede pasar a ver a su esposo, cualquier cosa puede llamar a las enfermeras,— hizo una pequeña reverencia para apartarse de la puerta saliendo de esta un par de enfermeras que parecía que habían visto la cosa más hermosa de sus vidas.

Entró inseguro y preocupado, cuando puso un pie en aquella habitación sus fosas nasales fueron inundadas con el exquisito olor a malvavisco y moras silvestres que emanaba de Satoru, el cual se encontraba acostado en aquella camilla mirándolo con ojos cansandos ojerosos pero con una dulzura que provenía de lo más profundo de su corazón.

A su lado habían dos cunas con ruedas donde dormían aquellas bolitas de carne que desde ese momento formarían parte de sus vidas. Tomo la mano calida de su pareja para depositar un suave beso y acariciarla con cuidado, ante el tacto soltó una pequeña risa cansada.

— Me estaba empezando a asustar — comentó sin mirar a los ojos a su pareja por la vergüenza de aquel ataque de pánico que había tenido momentos atrás.

— Ya no hay nada de que preocuparse — dijo haciendo pequeños círculos con su dedo en la mano del contrario — ahora deja de pensar y ve a ver a tus cachorros.

Se levantó, acercándose lentamente y con algo de nerviosismo, su corazón se derritió en ese mismo instante al ver lo hermosos que eran.

Ambos tenían cabellos blancos y largas pestañas, idénticos a Satoru, sus mofletes gorditos contrastaban con lo rojitos que se encontraban, dándoles un gracioso parecido a un tomate. La hija mayor comenzo a soltar leves quejidos pidiendo ser tomada en brazos.

— No seas tímido o caso ¿piensas dejarla llorar? — Suguro suspiro ante lo dicho por su omega para tomarla entre sus brazos apollando suavemente su cabeza en su antebrazo y acunarla con delicadeza, unas cuantas lágrimas traviesas escaparon sin preveío aviso, pobrocando una risita en el contrario.

Rato después entro la enfermera para avisarles que en dos días podrían irse a su hogar, ya que ambos bebés habían nacido completamente sanos.

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