Capituló 5

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Pasaron los días y conocí a Jhafet, un chico de tez morena clara, labios grandes, hombros anchos y cintura pequeña, era un hombre atractivo, me invitó a salir y yo acepté, pensé ¿por que no? No quería estar toda mi vida esperando alguna señal de atracción por parte de David.
En fin, me encontraba alistándome y si hoy quería tener sexo iba a llevar el vestido más coqueto que tenía, un vestido negro pegado con un escote muy exhibicionista pero no tanto, me amarre el cabello con un prendedor, un maquillaje coqueto y discreto, por primera vez me arregle para un hombre, sonó el timbre, sentía los nervios al tope en mi... Corrí hacia la puerta pensando que iba estar Jhafet en la puerta pero ahí estaba David cuando lo abrí, me miró de pies a cabeza y me sonrió...

—¿A donde vas vecina? —dijo, esto también era una razón por la cual estaba renunciando a él, lo ayude mucho en sus problemas y en sus líos amorosos para que solo me llame "Vecina" y no por mi Nombre... —Solo quería saber si me prestaba su olla para que pueda hacer Lazaña.

—ah, si claro —dije— pasa —camine hacia la cocina sentía sus pasos detrás de mí, me incline para buscar la olla mientras buscaba escuché como David aclaraba su garganta ignoré ese gesto y seguí buscando, cuando lo encontré se lo entregué rápido y vi que se acomodó rápido su pantalón...

—Gracias —dijo dirigiéndose a la puerta y yo lo seguí, él se volteó de repente y me miro a ver fijamente yo quede estática sentía que temblaba mis piernas. —Te ves muy hermosa y cogible...

¿Que dijo? Pensé que estaba quedando loca ante lo que escuché, él se fue y cerré la puerta me miré a ver al espejo y ahí mi cara roja como tomate no soporte y me fui corriendo a mi cuarto a gritar, esperé mucho para que me dijera algo así y fue hasta hoy que quiero superarlo... No soporte

Me quedé en mi cuarto durante varios minutos, sentada en la cama con las piernas cruzadas y el rostro ardiendo de vergüenza y enojo. ¿Por qué ahora? Esa frase resonaba en mi cabeza como un eco interminable. Había esperado tanto tiempo por un comentario, una señal de que David me veía de una manera diferente, y justo cuando decidí seguir adelante con mi vida, él soltaba algo tan... descarado.

Respiré hondo, tratando de calmar los pensamientos que se arremolinaban en mi mente. No le daría el poder de confundirme otra vez, me repetí. Ya estaba arreglada, y Jhafet estaba por llegar. Me había prometido a mí misma que iba a disfrutar de esta salida, y eso pensaba hacer, sin importar las inseguridades que David acababa de sembrar en mí.

El timbre sonó de nuevo. Esta vez, mi corazón no se aceleró por los nervios, sino por la decisión de no permitir que David arruinara mi noche. Me levanté, revisé mi reflejo en el espejo una última vez, y caminé hacia la puerta.

Jhafet estaba ahí, con una sonrisa que parecía iluminar toda la calle. Llevaba una camisa ajustada que destacaba sus hombros anchos y su cintura estrecha.

—Te ves increíble —dijo, su voz cálida y segura.

—Gracias —respondí, sonriendo mientras tomaba su brazo.

Nuestra cita fue mejor de lo que esperaba. Fuimos a cenar a un restaurante pequeño pero acogedor. La conversación fluía con naturalidad, y su humor era encantador. Me hacía reír de manera que me olvidaba de todo lo demás.

Pero no podía ignorar que, de vez en cuando, mi mente regresaba a David. Te ves muy hermosa y cogible. La frase seguía repitiéndose, una mezcla de halago y provocación que me hacía sentir en conflicto.

—¿Estás bien? —preguntó Jhafet, inclinándose hacia mí con una expresión de preocupación.

—Sí, lo siento —respondí rápidamente, sacudiendo la cabeza para despejar mis pensamientos. —Solo... estaba distraída.

Él sonrió, aparentemente satisfecho con mi respuesta, y continuamos nuestra conversación.

La noche terminó frente a mi puerta. Jhafet me acompañó hasta allí, y durante un momento hubo un silencio cómodo entre nosotros.

—Me la pasé muy bien contigo —dijo, inclinándose ligeramente.

—Yo también.

Sentí cómo su mirada bajaba hacia mis labios, y supe lo que estaba por ocurrir. Cuando finalmente se inclinó para besarme, me dejé llevar. Sus labios eran cálidos, suaves, y había algo en ese momento que me hizo olvidar mis dudas, aunque solo por un instante.

Cuando se apartó, me sonrió de nuevo.

—Nos vemos pronto, ¿verdad?

—Sí, claro.

Esperé a que se marchara antes de entrar a mi casa. Cerré la puerta y me apoyé en ella, suspirando. La cita había sido perfecta, pero algo en mi interior todavía no estaba en paz.

Y ahí, como si el destino estuviera jugando conmigo, escuché un golpe en la pared. La voz de David llegó amortiguada pero inconfundible:

—¿Ya te despidieron, vecina?

Maldito David. No sabía si quería gritarle, ignorarlo o simplemente rendirme a lo que sentía por él. Pero algo estaba claro: no podía seguir dejándolo interferir en mi vida. Tenía que tomar una decisión, y pronto.

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⏰ Última actualización: Dec 04, 2024 ⏰

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